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El CO2 es un gas prodigioso (y IV)

por | 30 Mar 2023 | Cambio climático

En las anteriores tres entregas, https://joseramonferrandis.es/el-co2-es-un-gas-prodigioso-i/, https://joseramonferrandis.es/el-co2-es-un-gas-prodigioso-ii/ y https://joseramonferrandis.es/el-co2-es-un-gas-prodigioso-iii/ hemos visto cómo las élites globalistas y sus medios asociados quieren hacernos creer que el aumento del CO2 de origen humano, que es una pequeña parte del total, estaría llevándonos a la catástrofe. Salvando esa irremontable inverosimilitud[1], resulta que el CO2 de la economía de mercado es letal, pero el procedente de China, India, Rusia y otros países no lo es, y el que no lo crea, sea anatema. Es mucho pedir, ¿no les parece?

En la segunda entrega hemos conocido hasta dónde puede llegar la temperatura de la atmósfera por razón de la elevación del peso relativo del CO2 (natural y antropogénico) en el conjunto de los gases de efecto invernadero. Los límites fisicoquímicos del calentamiento son claros y se alejan enormemente de las profecías al uso.

En la tercera entrega hemos puesto en claro el enorme efecto positivo que el CO2 tiene sobre el planeta, sus seres vivos y el funcionamiento del sistema en general, revelando su bondad y necesidad para la vida.

Ahora, en esta cuarta entrega, veremos el efecto del CO2 sobre la salud del ser humano, porque se dice permanentemente que el aumento de CO2 atmosférico dañaría nuestra salud y nuestro bienestar.

Veamos. Los humanos no existiríamos si no hubiera CO2 en la atmósfera. El dióxido de carbono, junto con los demás gases de efecto invernadero, mantiene la temperatura media en torno a los 15 °C. De hecho, Antón Uriarte[2] consideraba que un clima más cálido sería mejor para la vida en la Tierra, no sólo porque el calor favorece la vida, sino también porque en una Tierra más cálida llueve más y hay más vegetación (como ocurría en épocas pasadas más cálidas).

Una temperatura más alta alarga la expectativa de vida. Se comprobó durante el Óptimo Climático Medieval[3], durante el cual hubo un período[4] en el que el número de habitantes de Europa Occidental se multiplicó por tres. El calor da la vida, el frío la obstaculiza. Como indico en el libro “Crimen de Estado”[5], estadísticas provenientes de estudios replicados en un buen número de países ponen de relieve que las temperaturas bajas matan entre 6[6] y 20 veces más gente que las altas. 

Los partidarios del calentamiento global antropogénico insisten, a pesar de las evidencias en contrario, que el calentamiento causado por incrementos de dióxido de carbono provocará tasas de mortalidad más altas en la población. Si el calentamiento del último Siglo (0,5/0,6°C) hubiera sido causado por el CO2 (no es así. Nada lo demuestra y nada apunta en ese sentido), éste sería un efecto indirecto beneficioso adicional motivado por la mayor concentración de CO2 en la atmósfera. Pero atribuir el efecto de mayor y mejor salud en las poblaciones al CO2 no se puede defender con los datos en la mano.

Los alarmistas quieren que la gente del común crea que el calentamiento global, que afirman erróneamente está inducido por el incremento de CO2, desencadenará muertes tempranas asociadas a problemas cardiovasculares. No es cierto. En múltiples estudios se demuestra que la suavización del clima es beneficiosa para la Humanidad. Se aprecia claramente mayor incidencia de las enfermedades cardiovasculares en relación con las bajas temperaturas invernales: en sentido contrario, disminuye esa incidencia cardiovascular cuando lo que prevalece son las altas temperaturas veraniegas.

Los alarmistas del mundo entero pretenden hacernos creer que el calentamiento antropogénico planteará asimismo desafíos en el área de las muertes prematuras asociadas a enfermedades respiratorias. Los estudios realizados coinciden unánimes en que temperaturas más altas tienen un resultado positivo neto en la salud del sistema respiratorio de la población.

El CO2 atmosférico en progresivamente mayor concentración no sólo estimula la producción de cosechas en todo el mundo, como ya hemos visto, sino que además aumenta la cantidad y la potencia de muchas sustancias beneficiosas que se hallan en los tejidos vegetales (como vitaminas y antioxidantes), que cuando las ingerimos mejoran nuestra capacidad para combatir enfermedades.

“Se ha demostrado que el calentamiento ha sido positivo en el impacto sobre la salud humana, y que el enriquecimiento atmosférico de CO2 se ha revelado capaz de mejorar las propiedades de los alimentos y estimular su producción” [7].

El CO2 no es un gas contaminante, desde ningún punto de vista. No es tóxico ni es venenoso. En el cuadro al pie se ven distintas concentraciones y sus efectos sobre el ser humano[8].

co2levels

https://budbromley.blog/2019/01/15/co2-is-not-causing-global-warming/

El cuadro que acaban de ver es claro. Si presentamos los datos de manera discursiva, podemos decir que la concentración atmosférica ahora es de unas 420 ppm. Que los sistemas de ventilación de los locales públicos consideran los 1.000 ppm como el inicio de su entrada en funcionamiento. Que las 5.000 ppm (es la concentración típica de un aula cerrada llena de alumnos) son el límite de exposición para 8 horas continuas. Que a partir de 30.000 ppm comienza a doler la cabeza y se incrementa la frecuencia respiratoria por escasez relativa de oxígeno[9].

El asunto es lo suficientemente importante como para que se realicen estudios sobre la materia que despejen toda posibilidad de que el CO2 cause algún daño al ser humano en cualquier circunstancia. Podemos mostrar varios de ellos, unos orientados a ver las respuestas del ser humano a niveles altos de CO2 y otros que investigan respuestas cognitivas bajo influencia de concentraciones altas de CO2 comparadas con las mediciones estándar.

Liu y otros (2017) examinaron rendimientos, síntomas y respuestas fisiológicas[10] de personas sometidas a niveles de 403 ppm y de 3025 ppm de CO2. Además, los sujetos analizados fueron preguntados sobre su “sensación térmica, confort térmico, grado de aceptación del entorno térmico, aceptación de la calidad del aire, intensidad de los olores, somnolencia, rendimiento laboral autoestimado y sequedad de nariz, garganta, piel y ojos (y eventual dolor asociado). También se les preguntó por dolor de cabeza, dificultad para concentrarse y pensar con claridad, bienestar, actitud, fatiga y mareos”. Una vez procesados los datos, los análisis de los autores revelaron que “incrementar la concentración de CO2 hasta 3.000 ppm a 35°C no causó cambios en ninguno de los parámetros analizados”.

Monsé y otros[11] investigaron los efectos fisiológicos de la exposición a altos niveles de CO2 en mineros expuestos permanentemente a ellos. Se examinaron 93 mineros que trabajaban en las minas de potasa en Hesse, Turingia y Sajonia-Anhalt (Alemania) durante al menos dos años. Los 93 mineros pasaron exámenes[12] médicos justo antes y después de los turnos subterráneos, que los exponían a niveles de hasta 15.000 ppm. Los resultados, en palabras de los autores, “no revelaron signos de riesgos crónicos ni agudos para la salud relacionados con los elevados niveles de CO2 en el lugar de trabajo”[13].

Rodeheffer y otros (2018), interesados en averiguar la influencia de niveles altos de CO2 sobre los desarrollos cognitivos y a toma de decisiones, expusieron a 36 oficiales de submarinos en la cámara hipo/hiperbárica del Naval Submarine Medical Research Laboratory a 600, 2.500 y 15.000 ppm durante 150 minutos.

La idea era “organizar datos sobre actuaciones y toma de decisiones en escenarios similares a los de la vida real, observando las respuestas cognitivas y comportamentales a distintas solicitaciones”. Adicionalmente se preguntó a los marineros acerca de sus percepciones sobre la calidad de aire a cada nivel de densidad de CO2. Los sujetos pacientes no apreciaron diferencias.

En cuanto a los rendimientos objetivos, los experimentadores no apreciaron déficit alguno en ninguno de los campos analizados, a pesar de que el nivel de CO2 en el experimento multiplicaba al de la atmósfera por un factor de 36[14]. Ese factor (aproximadamente 15.000 ppm) nunca se alcanzará por la vía de la quema de combustibles fósiles[15].

Similares experimentos fueron publicados en Emergency and Continuous Exposure Guidance Levels for Selected Submarine Contaminants de la National Academies of Science. Los datos recopilados en 9 submarinos armados con misiles balísticos y propulsados por energía nuclear se refirieron a una concentración media de CO2 de 3.500 ppm, con una dispersión de entre cero y 10.600 ppm. Los mismos experimentos se llevaron a cabo en 10 submarinos de ataque con generadores nucleares, cuya media de CO2 ambiental era de 4.100 ppm, dentro de unos márgenes entre 300 y 11.300 ppm (Hagar 2003)[16].

Scully y otros, (2019), en otro estudio, relacionando actuaciones cognitivas y niveles de CO2, comprobaron la agudeza mental de 22 hombres y mujeres tipo astronauta bajo concentraciones de CO2 de 600, 1.200, 2.500 and 5.000 ppm, sometiéndoles a tests rutinarios de toma de decisiones para astronautas en el Johnson Space Center. El experimento no puso de relieve alteraciones en función de las distintas concentraciones. Concluyeron que “los resultados en la prueba no difirieron entre 600 ppm y concentraciones más altas”.

En resumen, el CO2, incluso a concentraciones experimentales simplemente inalcanzables en la vida real, no causa problemas de salud al hombre. Ningún problema.

El Dr. William Happer[17] ha afirmado que “ningún componente de la atmósfera tiene peor reputación que el dióxido de carbono, gracias a la demonización monomaníaca de este gas natural y esencial. La increíble lista de supuestos horrores que el incremento de CO2 traerá al mundo es pura creencia disfrazada de ciencia. En realidad, estamos ayunos de CO2. Su aumento será bueno para la Humanidad”.

[1] Que sólo se puede contrarrestar haciendo un ejercicio de fe del carbonero como ya no se ve.

[2] Catedrático de Geografía de la Universidad de Zaragoza. Geógrafo, profesor universitario, escritor y climatólogo. Miembro de la Sociedad Aranzadi de Ciencias Naturales.

[3] Que transcurrió entre los Siglos VIII y XIV.

[4] Entre 1050 y 1300.

[5] https://www.unioneditorial.net/libro/crimen-de-estado/

[6] En Australia, las muertes por frío son seis veces superiores a las muertes por calor.

[7] Sherwood Idso es un físico estadounidense, del Laboratorio de Conservación del Agua USDA y profesor adjunto en la Arizona State University.

[8] El cuadro fue elaborado cuando la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzaba las 404 ppm. El dato aparece en color verde.

[9] Ese fenómeno se da en ocasiones cuando se utilizan mascarillas de protección contra el virus chino y otros.

[10] Los parámetros analizados fueron la temperatura de la piel y del oído, el ritmo cardiaco, la presión arterial, CO2 parcial al final de la espiración, la saturación de oxígeno en sangre arterial y el peso corporal. El ritmo de respiración fue controlado y los biomarcadores en la saliva de los participantes fueron medidos para comprobar los cambios debidos al stress.

[11] Que publicaron su trabajo en la revista Advances in Experimental Medicine and Biology — Neuroscience and Respiration, Monsé et al. (2019).

[12] Entre ellos, sobre órganos torácicos y abdominales, análisis de sangre, orina y función pulmonar.

[13] Concretamente, informaron de que “no se hallaron alteraciones patológicas ni efectos adversos a corto plazo por exposición al CO2 en sangre, añadiendo que “todos los valores medidos se hallaban dentro de los márgenes”. Adicionalmente, no hallaron “evidencias de ningún efecto apreciable sobre la función pulmonar de la exposición a altos niveles de CO2 en los mineros de potasa, ni alteraciones pulmonares comparando las situaciones anteriores y posteriores a la prestación de trabajo en la mina y su exposición a altos niveles de CO2.”.

[14] Los EE. UU. intentan mantener los niveles de CO2 en el interior de los submarinos por debajo de las 8.000 ppm, casi 20 veces la concentración en la atmósfera terrestre.

[15] Puesto que multiplica por 10 las 1.500 ppm, límite que solo se alcanzaría en el caso de quemar TODAS las reservas de combustibles fósiles conocidas. Imaginen 10 veces eso.

[16] Como afirma Anton Watts, miembro relevante de The Heartland Institute; meteorólogo y comunicador desde 1978. Dirige la página web más vista del mundo, wattsupwiththat.com. “Si la Marina piensa que es seguro para los marinos que tienen las manos en las llaves que lanzan misiles nucleares, entonces es suficiente para mí”.

[17] William Happer, profesor de Física en Princeton University, fue director del Departen of Energy’s Office of Science en la administración de George H.W. Bush.

Autor del artículo

<a href="https://joseramonferrandis.es" target="_blank">José-Ramón Ferrandis</a>

José-Ramón Ferrandis

Nacido en Valencia (España) en 1951. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense. Técnico Comercial y Economista del Estado. Salvo posiciones en Madrid, destinado sucesivamente en Ceuta (España), Moscú (URSS), Washington (EE. UU.), Moscú (Rusia) y Riad (Arabia Saudita). Profesor de Análisis Riesgo País, Análisis de tendencias y Mercados internacionales. Analista. Escritor (Globalización y Generación de Riqueza, África es así, Crimen de Estado). Áreas de especialización referidas a su trayectoria. Con el blog espera poder compartir experiencias y divulgar análisis sobre asuntos de interés general, empezando por el clima y terminando por la Geopolítica; sin dejar de lado la situación de España. Lo completará publicando semanalmente la Carta de los martes, que tiene 4 años de existencia.