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El CO2 es un gas prodigioso (I)

por | 15 Mar 2023 | Cambio climático

Sin duda han oído ustedes hablar de que el CO2 es el culpable de (casi) todos los males que nos acucian. De (casi) todos, sí, porque el CO2 producido por el hombre en sus actividades productivas, según afirman ternes quienes defienden la teoría del calentamiento global antropogénico, incrementará la temperatura de la atmósfera terrestre y ésta derretirá los hielos de los polos y de Groenlandia[1]; la subsiguiente elevación del nivel del mar anegará las costas del mundo, donde se hallan la mayoría de las grandes ciudades y conurbaciones; de ello se seguirá una mortandad nunca vista en términos cuantitativos.

Será algo parecido al Apocalipsis, dicen. Lo que no dicen es cuándo ocurrirá, ni siquiera cuándo tendremos ante nuestros ojos los prolegómenos que han de abocarnos a este final. Bien. Veamos.

Empecemos por el principio, cosa que suele ser razonable.

¿Por qué se habla tanto del CO2? Por el efecto invernadero. El efecto invernadero es el fenómeno que se produce cuando las emisiones de energía de onda corta procedentes del sol inciden sobre una superficie en un sistema dado y, cuando son reflejadas al espacio exterior, parte de su capacidad calorífica es retenida por los llamados gases de efecto invernadero (GEI) e irradiada en todas direcciones, con lo que resulta una elevación de la temperatura del sistema.

Uno de los GEI es el CO2. Pero no es el único. Hay varios más. El más importante es el vapor de agua. También están el metano, el óxido nitroso (N2O) y los clorofluorocarbonos (CFC). Cada uno de ellos tiene una concentración distinta en la atmósfera, así como diferentes capacidades de calentamiento, o forzamiento. Grosso modo[2], el porcentaje en que el vapor de agua se halla representado en los GEI de la atmósfera es el 95% del total. Le sigue el CO2 con un 3,6 %. Después vienen el N2O (0,95%), el metano (0,36%), y los CFCs, en lo esencial. Entre ellos cubren prácticamente el 100% de todos los GEI.

Así que el vapor de agua es, con enorme diferencia, el GEI más importante por su presencia en la atmósfera. Es prácticamente constante. Es el responsable del ciclo del agua que gobierna el clima desde siempre. Es un gas natural en su práctica totalidad.

El CO2, o dióxido de carbono, es natural en un 97% del total. El 3%[3] restante es responsabilidad del ser humano, debido a la quema de residuos, a la agricultura, a la respiración de los organismos aeróbicos dependientes del ser humano en general, a la producción industrial, a la quema de combustibles y a alguna otra razón que tiene que ver con la población[4]. Y eso se pone en el debe del 3% del total del CO2, que a su vez es el 3% del total de los GEI. Así que 0,03 X 0,03: el CO2 de origen humano es el 0,0009 del total de los GEI.

De creer a los partidarios de la teoría del calentamiento global antropogénico y a sus seguidores, resulta que el 0,09% de los GEI que emite el hombre es responsable de todo el efecto invernadero y que, por tanto, hay que suspender las emisiones, o al menos, mantener el nivel actual para que no se produzca el apocalipsis tantas veces anunciado.

Sería estúpido si no fuera criminal[5]. Pero el caso es que la estupidez, a fuer de repetirla, está en la mente de una gran parte de la población, que al parecer no hace cálculos. En general, se repite la jaculatoria de que “¡la concentración de CO2 en la atmósfera ya está en 420 partes por millón[6]!”, como si eso significara algo más que una frase vacua cuya importancia real ignora el 99% de quienes la repiten.

Igual al lector no avisado le parece mucho eso de 420 partes por millón (ppm). Pues no, no es mucho. La atmósfera de la Tierra, a lo largo de su historia, ha presentado una concentración de CO2 muy por encima de la cifra actual, 420 ppm. Y aquí estamos. No sólo eso; cuanto más alto es el porcentaje de CO2 en la atmósfera, mayor es la riqueza vegetal de la Tierra, por evidentes razones asociadas a la fotosíntesis[7] y al crecimiento de las plantas. El problema sería el contrario: que el CO2 estuviera presente en la atmósfera en un porcentaje[8] demasiado bajo. Si las plantas no pudieran realizar la función clorofílica, morirían y con ella, todos nosotros, al desmoronarse la cadena trófica[9].

Sepa ese lector o lectores (igual quedan uno o dos: ¡va por ellos!) que el CO2 no es un gas contaminante. No sólo es incoloro, inodoro[10] e insípido, sino que no daña a ningún ser vivo mientras los pormillonajes no sean monstruosos[11]. Por supuesto, a los mamíferos no sólo no nos daña, sino que es un subproducto de nuestra respiración. Y si a ese lector o lectores le parece que el CO2 a 420 ppm es una enormidad, sepa que la concentración de CO2 en sus pulmones es de 40.000 ppm. Y aquí estamos, tan frescos.

“Oiga – me dirán esos lectores recién llegados a la realidad -, si esto es como dice, ¿por qué los calentólogos de guardia[12] no cesan de afirmar que el responsable del calentamiento global[13]es el CO2 antropogénico y que hay que suprimirlo? Vaya, me alegro de que me haga esa pregunta.

Pues miren, porque han montado dos gigantescos negocios[14] a la vez. Uno, el negocio asociado a los derechos de emisión, por valor de decenas de miles de millones de dólares (y de euros), que se conectan a su vez a segmentos enteros de nuevas industrias generadoras de energía (solar y eólica). Por supuesto, los escribas y sacerdotes de la cultureta[15] asociada entran en la categoría de miembros del negocio.

Y otro, el proceso de destrucción de la economía de mercado, sistema natural en el que agentes económicos libres (empresas e individuos) llegan libremente a acuerdos entre sí que generan riqueza para todos y beneficios para los que los realizan, salvo errores que dan al traste con las operaciones[16]. Es la vieja aspiración socialista y comunista, tantas veces intentada y tantas veces fracasada. En esta ocasión la embestida es fuerte y cuenta con el apoyo del globalismo dirigido por Naciones Unidas con la participación del partido demócrata norteamericano, la escoria universitaria de los EE. UU. y su ideología woke, además de los apasionados burócratas de la Unión Europea[17]. Si logran destruir el fundamento de nuestra riqueza, los socialistas y comunistas de todos los partidos aprovecharán el caos para imponer su en tantas ocasiones[18] fracasado sistema. Y costará generaciones desandar el camino de destrucción que plantean.

Y para que los dos negocios medren, se tiene que organizar una enorme estructura impositiva que habilite dos cosas: una, recursos financieros en cantidades enormes, que los estados canalizan en beneficio de sus élites. Otra, la segregación y ostracismo de los recursos energéticos derivados de los hidrocarburos, que han permitido la industrialización y el desarrollo de un sector servicios eficiente y el desarrollo económico y social del mundo hasta cotas nunca alcanzadas, pero que hay que destruir para poder alimentarse de su cadáver. Matan así dos pájaros de un tiro.

Pero el responsable de los cambios de temperatura es el vapor de agua, evidentemente.

¿Puede ser gravado el vapor de agua? No, queridos niños, no puede ser. Está ahí desde siempre, no es antropogénico y es elusivo. No les sirve. Se trata de poner impuestos a las emisiones de CO2, que es lo que puede primero controlar, después destruir y tercero poner el sistema en manos de las élites gobernantes. Mediante una imposición injustificada, obsesiva y holística, el CO2 tiene que ser destruido y para ello, la economía de Occidente debe ser desmontada[19].

No crea el lector que aquí hay error alguno. Los sumos sacerdotes saben perfectamente que el CO2 no tiene palo que tocar y que esto es una impostura. Es una maquinación criminal de élites progres que van a recoger los ricos escombros de la destrucción del sistema, con los que pagarán – como ya hacen – a medios de comunicación de masas que expanden esta mentira por todo el orbe. Bueno, la mentira es un arma revolucionaria y estamos en el atrio de la revolución.

Me dirá el lector no avisado, “¿Y esto, afecta a todo el mundo? No, querido amigo, sólo a Occidente y a los países pobres que no pueden permitirse la independencia económica y necesitan préstamos que están condicionados por la religión calentológica[20]. China e India, por decir algunos[21], no se consideran obligadas en la práctica, aunque hayan firmado y ratificado. Y a fe que se ve en los gráficos.

Es fácil apreciar en él cómo tiende al alza de manera vertiginosa la emisión de CO2 en China, de lejos el primer país en hacerlo, y cómo la India se encarama al tercer puesto. He recurrido a Our World in Data. El resultado es pasmoso.

https://ourworldindata.org/grapher/annual-co2-emissions-per-country

También he acudido a otras fuentes, que muestran la situación de otra manera, por ejemplo, en la tarta que ven al pie.

Países con mayores tasas de emisiones por año 2019

https://es.ucsusa.org/recursos/emisiones-de-co2-por-pais

La lectura es evidente: la RP China emite lo que quiere y lo va a seguir haciendo. En marzo de 2023, sin ir nada lejos, se ha sabido que el país construye dos centrales térmicas a la semana alimentadas por carbón. A ese ritmo siguen y seguirán mientras les convenga. La India continúa fuertemente al alza, y sus líderes se mofan de los países de Occidente, al tiempo que les previenen contra cualquier intervención en su proceso de crecimiento económico con utilización de energía barata, es decir, proveniente del carbón[22].

En otras palabras, que el suicidio de Occidente del que les he informado en anteriores artículos no serviría de nada, siempre según el patrón metodológico de los partidarios del calentamiento global antropogénico, que supone serviría para algo relacionado con las temperaturas de la atmósfera.

Esta tendencia acabará con nosotros en manos de la RP China, no les quepa duda.

En la siguiente entrega les comentaré cuáles son los límites del calentamiento que puede inducir el CO2, sea natural o antropogénico[23]. Me limitaré a ilustrar un conocido (aunque no lo suficiente) gráfico, que se explica solo, pero siempre es bueno precisar.

Finalmente, en la tercera entrega, les hablaré de la enorme cantidad de efectos positivos que tiene el CO2 sobre nosotros, los seres humanos, y sobre el sistema (clima, vegetación) como un todo. El CO2 es un gas prodigioso.

[1] Hay que ver estos vikingos noruegos, mira que llamar “tierra verde”, Grønland, a una Isla que es claramente blanca por estar cubierta de hielo… . Claro que, bien mirado, igual cuando la descubrieron allá por el Siglo X, era verde.

[2] Es para no poner los decimales que, siendo más ajustados a la realidad, distraen un poco. Los pueden ver en detalle en el libro Crimen de Estado, junto con otras muchas cosas respecto a la farsa del llamado cambio climático. https://www.unioneditorial.net/libro/crimen-de-estado/

[3] Por simplificar los cálculos y hacerlos claramente visibles.

[4] Si el lector se pregunta quién lo dice, lo dice el IPCC, Organismo de Naciones unida que analiza el impacto del ser humano en el llamado cambio climático. Intergovernmental Panel on Climate Change, Climate Change 2001: the Scientific Basis (Cambridge, UK Cambridge University Press, 2001, Figure 3.1, p.188.

[5] Se puede ser estúpido y criminal, como vemos a diario en España, pero habitualmente no era el caso.

[6] Es decir, 0,00042 del total.

[7] “Proceso químico que se produce en las plantas, las algas y algunos tipos de bacterias cuando se exponen a la luz del sol. Durante la fotosíntesis, el agua y el dióxido de carbono se combinan para formar carbohidratos (azúcares) y se desprende oxígeno”.

[8] Pormillonaje, en realidad.

[9] Por debajo de 150 ppm, las plantas mueren.

[10] El metano tiene otras características; por ejemplo, que no es inodoro.

[11] Cuando llevábamos las mascarillas a toda hora por obligación, la concentración de CO2 en el interior de las mascarillas (es decir, el aire que respirábamos) alcanzaba 10.000 ppm.

[12] Son legión. En el Nuevo Testamento se relata un encuentro en el que Jesús, mientras viajaba, sanó a un hombre de Gadara poseído por demonios. El Evangelio de Marcos (5:9) lo describe así: “Y Él (Jesús) le preguntó (al hombre): ¿Cuál es tu nombre? Y éste le respondió diciendo: Mi nombre es Legión, pues somos muchos”.

[13] Término que mutó en “cambio climático” cuando dejó de calentarse la atmósfera, en 1998. Desde esa fecha hasta ahora mismo, la atmósfera, con excepción de en 2016, no se ha calentado. Vean aquí https://joseramonferrandis.es/wp-admin/post.php?post=900&action=edit

[14] Viene a cuento explicar ahora la etimología del término “negocio”. El término negocio deriva de las palabras latinas nec y otium, es decir, lo que no es ocio. Otium era lo que se hacía en el tiempo libre, por lo que no se recibía recompensa; negocio, por tanto, era lo que se hacía por dinero.

[15] En realidad, toda una nueva religión laica.

[16] Y que pagan los agentes involucrados, a diferencia de las empresas estatales, que cargan las pérdidas al erario, es decir, al ciudadano.

[17] No son todos, pero lo dejo ahí para no extenderme en demasía.

[18] ¿En cuántas ocasiones? ¡En todas! Siempre que lo han intentado han fracasado, porque no puede ser de otra manera. Pero esta vez, el ataque es masivo y sibilino.

[19] Igual está feo que les recuerde que esto y otras muchas cosas estña explicado en el libro Crimen de Estado, pero con todo, corro el riesgo.

[20] Esta imposición lleva años en marcha. La inició el Banco Mundial, que se negó a financiar una planta de generación de energía eléctrica por carbón en la República Sudafricana. Entonces, la RSA debió exportar ese carbón a la RP China, que sí puede quemarlo en sus plantas de generación de energía eléctrica.

[21] Cuya población agregada triplica la suma de las que se hallan en el Occidente todo.

[22] Igual, querido lector, cree usted que el precio del carbón es alto. Su precio es alto porque los criminales que controlan los procesos gravan su consumo para convertirlo en caro y forzar a utilizar energía eléctrica procedente de la generación solar y eólica. Su coste de extracción es bajo.

[23] Las moléculas son idénticas y sus mínimos efectos, también.

Autor del artículo

<a href="https://joseramonferrandis.es" target="_blank">José-Ramón Ferrandis</a>

José-Ramón Ferrandis

Nacido en Valencia (España) en 1951. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense. Técnico Comercial y Economista del Estado. Salvo posiciones en Madrid, destinado sucesivamente en Ceuta (España), Moscú (URSS), Washington (EE. UU.), Moscú (Rusia) y Riad (Arabia Saudita). Profesor de Análisis Riesgo País, Análisis de tendencias y Mercados internacionales. Analista. Escritor (Globalización y Generación de Riqueza, África es así, Crimen de Estado). Áreas de especialización referidas a su trayectoria. Con el blog espera poder compartir experiencias y divulgar análisis sobre asuntos de interés general, empezando por el clima y terminando por la Geopolítica; sin dejar de lado la situación de España. Lo completará publicando semanalmente la Carta de los martes, que tiene 4 años de existencia.