En las dos entregas anteriores https://joseramonferrandis.es/el-palo-de-hockey-y-los-jugadores-tramposos-primera-entrega/ y https://joseramonferrandis.es/el-palo-de-hockey-y-los-jugadores-tramposos-segunda-entrega/ hemos visto los gráficos del palo de hockey en primer lugar y los datos referidos a la composición de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), que imposibilitan el respaldo científico al constructo de Mann, en segundo lugar.
Recordemos que el palo de hockey es un modelo. Sabemos que los modelos del clima NO PUEDEN predecir el clima. En el libro “Crimen de Estado”, especialmente en su versión Kindle, donde no hay que copiapegar el enlace al pie, aparece este breve vídeo de Will Happer. En él encontrarán una frase lapidaria: “(los modelos) no han funcionado en el pasado, no funcionan ahora y es difícil imaginar cuándo lo harán en el futuro, si ello ocurre alguna vez”[1].
Los modelos de ordenador en los que se basa la opinión científica dominante son (aunque cada vez menos) primitivos y por completo insuficientes para explicar, mimetizar o reproducir la gran complejidad y dinamismo del clima; ignoran por principio la relación entre clima y energía solar; descartan variables relevantes por estar al margen de su interés explicativo y están trufados de errores y distorsiones. En realidad, con su utilización se trata de confirmar una decisión ya adoptada, de adornar un prejuicio. La narrativa está predeterminada y sólo se trata de justificarla[2].
Hay una prueba del algodón fácilmente aplicable. Cuando los modelos que sustentan la teoría del AGW, en lugar de conformarse con esperar a que se cumplan sus planteamientos para el futuro, son proyectados hacia el pasado – lógicamente, si fueran ciertos y de utilización general, deberían ajustarse a las variaciones de temperatura ya verificadas – predicen un calentamiento mayor del que en realidad se ha medido.
En 2008, Roy Spencer explicó con ejemplos por qué los modelos del clima estaban equivocados. Todos los modelos sobreponderaban la sensitividad del clima a los GEI. Todos exageraban los forzamientos radiativos, porque no habían entendido correctamente los procesos de retroalimentación, que son un efecto de los forzamientos radiativos, no una causa. Su conclusión fue que todas las retroalimentaciones de los forzamientos radiativos eran negativas.
El artículo original de Mann et al. fue calurosamente acogido en el Tercer Informe del IPCC[3][4], fechado en 2001. El gráfico apareció en el resumen para responsables políticos (Summary for policymakers). Entonces, los medios se hicieron rápidamente eco de este provocativo gráfico y de sus implicaciones. Pero la imagen todavía era demasiado científica para ellos, así que llegaron al esperpento de eliminar la incertidumbre — el área iluminada en amarillo —, en una operación que fue tachada de deshonesta por varios científicos, entre otros, por Gerald North[5].
Entonces empezaron las críticas sobre el modelo del “palo de hockey”. El científico Steve McIntyre y el economista Ross McKitrick analizaron los fundamentos del gráfico[6] y hallaron múltiples errores: sólo se tomaban en consideración crecimientos estacionales, sólo se valoraban zonas templadas, el análisis se limitaba a pequeñas áreas/zonas locales, no tomaba en consideración otras variables (como la humedad, el fuego o la pluviometría), los datos eran demasiado específicos y presentaban problemas de interpretación. Como conclusión, McIntyre y McKitrick hicieron varias advertencias, incluida la de que Mann y sus colegas utilizaron algunos gráficos con los ejes al revés.
Como indico en el libro “Crimen de Estado”, “la base científica de Mann presenta errores de cotejo, realiza truncamientos de series no justificados, efectúa extrapolaciones de datos de origen, utiliza datos obsoletos, adolece de errores de situación geográfica, calcula erróneamente los datos principales, ejecuta erróneamente el control de calidad y falsea datos: en 1940 no asciende, sino que desciende la temperatura, como está datado y probado”.
McIntyre solicitó los datos estadísticos básicos al autor del palo de hockey, quien se los proporcionó tras un par de semanas de retraso y ciertas reticencias. El canadiense detectó varios errores estadísticos en el trabajo original de 1998, que expuso en un artículo de 2003. La respuesta fue que, efectivamente, Mann había usado datos incorrectos, y que desde el 2000 los nuevos datos ya se encontraban en el sitio oficial.
En un trabajo crítico publicado en Science (2004), Von Storch, Zorita, Jones, Dmitriev, González-Rouco y Tett señalaron que las variables proxy están en el origen del error. Von Storch llegó a aplicar otros modelos, demostrados válidos para los últimos 100 años, y obtuvo resultados muy distintos para los 900 anteriores. En realidad, como consecuencia del tratamiento matemático de los datos por parte de Mann, cualquier base de datos daría como resultado el mismo tipo de gráfico en forma de “palo de hockey”. Si se corrigen estos errores matemáticos, inmediatamente aparece en el gráfico el Óptimo Climático Medieval (OCM), cuya existencia se conoce con certeza.
En 2004 Mann publicó una corrección de su artículo teniendo en cuenta los errores estadísticos detectados por McIntyre, pero precisando que “ninguno de estos errores altera significativamente el resultado”. Es una cantinela que repitió muchas veces.
En octubre de ese mismo año 2004, Science publicó la crítica de McIntyre a las reconstrucciones del llamado ”palo de hockey” referidas al último milenio. En 2005, McIntyre encontró nuevos errores metodológicos. Nuevamente fueron aceptados por Mann, quien repitió que “no afectaban significativamente a los resultados”. Pero esta vez la crítica no fue sólo técnico-estadística; Mcintyre denunció el uso predominante de cierta variedad de pino en la zona de Sheep Mountain de Estados Unidos que había hecho Mann. Lo grave es que esos pinos habían sido descartados como indicadores climáticos desde antes de 1998 por haber recibido fertilización específica con CO2. De nuevo, Mann aseguró que eliminar dichos datos “apenas alteraba los resultados”.
Eso no fue todo. McIntyre demostró que el método estadístico desarrollado por Mann convertía en palos de hockey incluso series de datos aleatorios. Si lo que buscas son palos de hockey, acabas encontrándolos. ¿Y cuántas veces es posible “alterar apenas los resultados” sin alterar significativamente los resultados?
En 2006, las observaciones de McIntyre fueron corroboradas por el informe Wegman, elaborado para el Comité de Energía y Comercio de Estados Unidos. En el mismo año, Linah Ababneh, estudiante de Hughes — coautor del palo de hockey — volvió a utilizar los mismos datos en los que supuestamente se basaba el artículo de 1998 sin poder obtener la forma que obtuvo Mann.
El palo de hockey ha sido objeto de gran controversia en publicaciones científicas, audiencias en el Congreso norteamericano, un documento crítico y procedimientos legales, incluyendo una demanda judicial referida a la Ley de libertad de Información. De todo ello se derivaron los siguientes hechos:
Uno, la coincidencia visual entre la línea roja (datos medidos en la superficie) y la azul referida a variables proxy es resultado de operaciones estadísticas, no de datos.
Dos, los autores utilizaron manejos estadísticos para generar el gráfico. Éste no soporta simples medias de las variables proxy, sino que enfatiza cualquier conjunto de datos para que revistan forma de palo de hockey, ponderando algunos datos 390 veces más que otros con esa finalidad.
Tres, si no se aplican estas operaciones estadísticas, el palo de hockey no aparece en las mediciones que se ajustan a los datos.
Cuatro, el margen de error no se ajusta a la incertidumbre del modelo.
Y cinco, los autores cortan fragmentos de múltiples conjuntos de datos en variables proxy y las empalman en las temperaturas instrumentales terrestres para ocultar el hecho de que los conjuntos de datos cortados mostraban descensos de temperaturas[7].
Veamos el reflejo de todo esto en los informes del IPCC.
En el primer informe del IPCC (1990[8]), aparecía un gráfico de los cambios en las temperaturas medias de los últimos 1.000 años, efectuado mediante proxies. En él constaba la Pequeña Edad de Hielo[9], pero eso era una verdad inconveniente para poder reforzar la sedicente excepcionalidad del calentamiento del Siglo XX, así que en el tercer informe (2001), la Pequeña Edad de Hielo desapareció. En ese primer informe también se detallaba el llamado Óptimo Climático Medieval, período que fue más cálido que el actual. De hecho, el Informe aseveraba[10] que el calentamiento desde 1850 podría ser la recuperación tras esa época fría más que el resultado de actividades humanas. Vean el sencillo gráfico a continuación.
Como ya sabemos, en el tercer informe apareció el “palo de hockey”. Sin embargo, en el cuarto informe del IPCC (2007), el “palo de hockey” desapareció discretamente. No fue por casualidad, sino porque la lista de desmentidos del “palo de hockey” era y es interminable.
La conclusión es clara y apunta a un fraude del método científico.
Pues esta es la historia del tristemente famoso “palo de hockey”, tan publicitado y que tanto ha servido para desorientar a la población y fundamentar las políticas energéticas suicidas que se están desarrollando en Occidente.
[1] https://youtu.be/qZN2jt2cCU4
[2] Como explica Ángel Fernández Cancio, existen dos clases de modelos: los estáticos, destinados a representar una ley que se formula en térmicos matemáticos o estadísticos, como la ley de Newton o la relación entre lluvia caída, temperatura y aparición de plántulas, y los dinámicos, donde la evolución es una característica y en los que interviene casi siempre el tiempo como variable que gobierna esta evolución. Los modelos dinámicos se rigen por la rama matemática de los Sistemas Dinámicos, que son infinitamente más complejos y difíciles que los estáticos, ya que normalmente no existen funciones matemáticas que los expliquen, salvo en casos muy simples, por lo que casi siempre precisan métodos de aproximación numérica con ordenador. Ejemplos de estos modelos son los procesos epidemiológicos, ecológicos, morfogenéticos o del clima. EL IPCC juega con estos modelos. Pero como no tenemos solución matemática, se rompe la objetividad y se queda a merced del buen hacer del constructor de modelos. Al no existir matemáticas, te ves obligado a poner tú valores concretos a los parámetros y a definir tú las relaciones funcionales en base a la hipótesis que hayas hecho y a los datos que quieras explicar.
[3] El lector lo sabe, pero por si acaso. El IPCC, Intergovernmental Panel on Climate Change, es una institución de Naciones Unidas dedicada exclusivamente a demostrar la acción del ser humano sobre el clima.
[4] Vincent R. Gray (químico del carbón, fundador de la Coalición de la Ciencia Climática de Nueva Zelanda) afirmó que “las dos principales afirmaciones “científicas” del IPCC son: 1. el planeta se está calentando, y 2. el responsable del calentamiento es el incremento de las emisiones de dióxido de carbono. Y concluyó: “La evidencia correspondiente a ambas afirmaciones es fatalmente defectuosa”.
[5] Premiado en 2008 con el galardón de la American Meteorological Society, importante organización científica de los Estados Unidos, que promueve y difunde información sobre las ciencias atmosféricas, hidrológicas y oceánicas.
[6] Como sabe el lector, la gráfica de Mann se basa en un análisis de indicadores indirectos (proxy data), basado sobre todo en los anillos de crecimiento vegetativo del Bristlecone Pine o Pinus Longaeva.
[7] Esto se demostró en el Climategate (Hide the decline!) del que seguro hablaremos algún día.
[8] Y en el segundo, de 1995.
[9] Registrada documentalmente hace trescientos años, con la frecuente congelación de ríos como el Támesis.
[10] Con bastante sensatez en ese caso.