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El palo de hockey y los jugadores tramposos (segunda entrega)

por | 12 May 2023 | Otros artículos

Como hemos indicado en la primera entrega https://joseramonferrandis.es/el-palo-de-hockey-y-los-jugadores-tramposos-primera-entrega/, se puso de relieve desde la aparición del trabajo de Mann el hecho de que en ninguno de los gráficos divulgados se encontraban reflejados ni el Óptimo Climático Medieval ni tampoco la Pequeña Edad de Hielo, los dos documentados y, por tanto, imprescindibles. Ambos períodos habían desaparecido de toda representación gráfica de Mann.

La tesis quedaba clara desde el primer momento, e incluso antes: las emisiones de CO2 procedentes de la actividad industrial y agraria de los seres humanos en el proceso de desarrollo de sus sociedades, sobre todo en los últimos 50 años, habían elevado la temperatura de la atmósfera terrestre vertiginosamente.

Esa es la afirmación clave de cuanto acontece desde hace décadas en las políticas que lanza, retoma, refuerza y financia la ONU en materia climática. La esencia, el núcleo canónico de la teoría del calentamiento global antropogénico[1] (AGW[2]), responsabiliza y culpabiliza única y exclusivamente al CO2, pero no cualquier dióxido de carbono, sino sólo al CO2 emitido por el ser humano[3] en su actividad económica.

Una red de instituciones, partidos políticos, ONGs y particulares peculiares han decidido que el fenómeno es peligroso para la vida en la Tierra y que ello es razón suficiente para pararlo. Y pararlo significa detener considerablemente los procesos de industrialización a través de la transformación de las energías disponibles, es decir, aniquilar las economías. Con ello se anula el crecimiento de las sociedades, su bienestar y su riqueza, pues no se libraría sector económico alguno: la energía es transversal a todos ellos.

La teoría AGW postula que las emisiones humanas de gases de efecto invernadero están causando un incremento catastrófico de temperaturas. El cómo ya lo conocen: la energía del sol llega a la atmósfera terrestre y la atraviesa. Parte es absorbida y parte es reflejada, en forma de calor, al espacio exterior. Algunos gases de efecto invernadero (GEI) absorben esa energía reflejada y con ello aumentan la temperatura de la atmósfera mucho más de lo que lo hubiera hecho si los GEI no estuvieran presentes. Ese proceso es llamado climate forcing[4] o forzamiento climático.

Los partidarios de la teoría AGW (calentólogos, para los amigos) afirman que el crecimiento en la emisión de CO2 por parte del ser humano (quemando combustibles fósiles – carbón e hidrocarburos – y reduciendo la superficie boscosa, que absorbe el CO2) ha llegado a ser del 50% y ha calentado peligrosamente el planeta[5]. La tendencia sigue y ello llevará a ulteriores incrementos de dióxido de carbono que exacerbarán el fenómeno en un bucle retroalimentado sin fin.

La teoría AGW excluye de la ecuación todo otro factor en el calentamiento observado en el último siglo, pero incluye variadas retroalimentaciones positivas, que multiplicarían el efecto del CO2 entre dos y cuatro veces. En otras palabras, cualquier aumento de temperaturas creará mayor evaporación, lo que recalentará la atmósfera, produciendo más evaporación, deshielo, reducción del albedo[6] y salida a la atmósfera de más metano, que tiene un efecto forzativo[7] muy superior al del CO2.

El consenso de los seguidores de la teoría AGW, capaces de ver el futuro, estima que, al ritmo de crecimiento del CO2, la temperatura habrá subido hasta 5°C para 2100[8], aunque esa cifra estimada no para de elevarse. Para ello utilizan abundantes modelos informáticos de todo tipo[9]. Lo vienen haciendo desde hace más de 25 años.

Y aquí viene lo mollar: los efectos de este calentamiento, dicen, serán muy negativos en todos los órdenes. Esto de las profecías da para mucho, pero estamos hablando del “palo de hockey”, sus supuestos de partida y los GEI. Otro día.

Vamos a los datos. ¿Qué parte del CO2 es originada por la actividad humana? Es fundamental determinarlo, porque si el CO2 no fuera esencialmente de origen humano, las recetas de los partidarios de la AGW serían inútiles, además de lo contraproducentes que ya son. Conocer con exactitud el origen del CO2 es una empresa compleja, que debe quedar en manos de la Ciencia y no de una opinión publicada gravemente sesgada.

Veamos los datos del IPCC[10] al respecto. Como ven en el gráfico al pie, en 1990, el porcentaje de CO2 antropogénico era del 2,9 % del total. Y de creer a los calentólogos, este porcentaje nimio, ya que no despreciable, es el responsable de todos nuestros males.

Por favor, dediquen un minuto a ver los porcentajes de CO2. Así que la teoría del AGW, aunque sólo fuera por eso, es por completo inverosímil, es decir, falsa.

Sigamos, porque la farsa es mucho mayor de lo que hemos visto hasta ahora. Sí, porque hasta ahora hemos hablado sólo del CO2, como si no hubiera otros GEI. Esa es la otra parte de la manipulación.

La cara oculta de la manipulación, su aspecto más llamativo, es que no tiene en cuenta el vapor de agua. Por supuesto, eso se hace deliberadamente, pues así se minimiza el factor más importante (con mucho) del forzamiento natural, el cual no se puede utilizar políticamente. Al omitir el vapor de agua, se da un protagonismo aplastante al CO2, como corresponde a los intereses de los calentólogos. Esta es la herramienta que los defensores del AGW necesitan: si no se considera el vapor de agua, el CO2 se lleva el 99,438 % de la responsabilidad de las contribuciones[11] al conjunto de GEI, no importa su origen humano o natural, que de eso se ocupan luego. Los roles de los GEI en el calentamiento cambian sustancialmente.

¿Qué ocurre cuando incorporamos el vapor de agua al análisis, como es debido si lo que se quiere es actuar correctamente? Lo vemos en este cuadro que corresponde al Departamento de Energía de los EE. UU.

Como se puede apreciar, el vapor de agua es responsable del 95 % del calentamiento. En el gráfico inmediatamente posterior se aprecia de un vistazo:

Así que el CO2 atmosférico, no importa su origen, representa tan sólo el 3,618 % de los GEI. Nada que ver con los 72,369 % que se pretende establecer como verdad absoluta. Esta es la evidencia que se pretende esconder, porque su sola existencia desmonta al complot de los partidarios del AGW.

Pero hay más; en los cuatro GEI más importantes, el factor humano (el origen humano del correspondiente gas, quiero decir) es muy pequeño, cuando no irrelevante. Despreciable es el porcentaje de origen humano en el vapor de agua (0,001 %), irrelevante en el caso del CO2 (3,225 %), de similar importancia es en el caso del óxido nitroso (4,993 %) y algo mayor en el caso del metano (18,338 %). Tan sólo cuando hablamos de clorofluorocarbonos y otros el peso del origen humano (65,771 %) es determinante[12].

Esos son los datos. La interpretación a su favor por parte de la teoría del AGW requiere ocultación. Sus seguidores pretenden evitar que se conozca la verdad. Pero si lo que se busca encontrar la verdad, como la Ciencia postula, habremos de arrojar más luz sobre el fenómeno.

Tomemos ahora el peso relativo del CO2 en el total de los GEI y multipliquémoslo[13] por el origen humano del mismo. El resultado es cuánto afecta el CO2 generado por el hombre al efecto invernadero. La cifra es irrisoria: 0,117 %. En otras palabras, la actividad humana afecta a las temperaturas en aproximadamente 1/1.000 de su incremento. Para este viaje no hacían falta alforjas. Francamente.

¿Qué cree el lector que hacen los calentólogos? Evidente, no tomarlo en consideración, aunque el vapor de agua es el GEI más importante. Cierto: es responsable del 95% del efecto calentamiento propio de los GEI. “Como sabe todo negociador, quien establece el marco de análisis en cualquier ámbito de la vida social tiene ya media negociación ganada”.[14]

Para que se hagan a la idea visual inmediata de la ponderación de cada GEI en la atmósfera terrestre, nada mejor que el gráfico que aparece más abajo, donde lo expresado en los párrafos anteriores aparece en un vistazo.

El gráfico lo evidencia: el vapor de agua contribuye al calentamiento con el 95 % de todos los gases de efeto invernadero. Y de todo el vapor de agua existente, el 99,999 % es de origen natural. ¿Es posible gravar, limitar total o parcialmente o castigar la utilización de lo que viene dado naturalmente y nada tiene que ver con la acción del hombre? La respuesta es que no, que es imposible. El vapor de agua no sirve para el objetivo buscado, así que los calentólogos prescinden de él.

El origen del CO2 está claro y se encuentra establecido; el gráfico que encabeza esta entrega afirmaba que el CO2 natural era el 97,1 % del total, dejando un 2,9 % el porcentaje para el humano. Posteriores mediciones establecen que el CO2 de origen humano es el 3,225 % del total. No es despreciable, pero sigue siendo muy inferior al de origen natural, que lógicamente tiene que ser (y es) el 96,775 % del total.

Pero estábamos hablando del “palo de hockey”, ese que afirma que es la emisión de CO2 antropogénico la responsable de un calentamiento que aparece en el artículo de Nature de 1988. ¿Cómo pudieron llegar Mann y los suyos a esa conclusión?

Continuará.

[1] Permítaseme una digresión sobre el escaso acierto de los responsables de mercadotecnia de este movimiento pseudorreligioso. Inicialmente se le llamó calentamiento global, porque, según el “palo de hockey”, la atmósfera se calentaba. Pero como sabe el lector de este blog, hace mucho tiempo (desde 1998) que el calentamiento se ha detenido, salvo en 2016, y ello merced a un fenómeno debido a un evento relacionado con el calentamiento del Océano Pacífico ecuatorial oriental. A la vista del ridículo incurrido, el movimiento pasó a llamarse disrupción climática, pero eso de disrupción, como que era poco popular y se abandonó por el conocidísimo cambio climático. Pero el clima cambia constantemente, claro está, así que, tras muchas vacilaciones, ahora parece extenderse una nueva denominación, crisis climática, por aquello de asustar a la gente. No están finos.

[2] AGW por Anthropogenic Global Warming, que es como lo verá escrito el lector.

[3] Tampoco es exacto. El ser humano culpable es el occidental. Los demás seres humanos emiten más CO2, en concreto los que residen en la RP China, pero estos seres angélicos están exentos. Imaginen por qué.

[4] El término forzamiento del clima se refiere a los cambios en el equilibrio radiativo que provocan cambios al alza o a la baja en las temperaturas, usualmente a lo largo de décadas.

[5] Hay que estar constantemente diciendo que es la atmósfera del planeta y no el planeta, pero estas buenas gentes no suelen cuidar esos detalles.

[6] Albedo es la refracción producida por las superficies claras, típicamente las heladas, que como se sabe son por lo general de color blanco. Dicho de otra forma, es el porcentaje de luz solar que se refleja y se pierde en el espacio.

[7] En román paladino, cada molécula de metano es capaz de generar más efecto invernadero que cada molécula de CO2. (Pero no lo digan muy alto…)

[8] En realidad, es una cifra controvertida, que cambia (al alza siempre) según la digan unos u otros. Compiten en celo malthusiano.

[9] No importa que los modelos fracasen siempre en sus predicciones. Lo mejor que tiene la Fe (creer en lo que no se ve), tan lejos de la Ciencia, es que resulta inasequible al desaliento.

[10] El IPCC es el principal defensor de la teoría del AGW. Recurro a él para que no se subleven los calentólogos.

[11] La contribución al calentamiento global de cada uno de los GEI se obtiene a través de su conversión, basada en multiplicar su concentración por su multiplicador (forzamiento o forcing), en relación con el CO2. Así se obtiene su contribución al efecto invernadero.

[12] No todos los gases tienen el mismo potencial de calentamiento (o forzamiento). El factor multiplicador del CO2 es 1, en tanto el del metano es 23 y el del óxido nitroso es 310.

[13] Es decir, multiplicamos 3,618 por 3,502 y lo dividimos por 100 para hallar el porcentaje.

[14] Frase literal que aparece en el libro Crimen de Estado, https://www.unioneditorial.net/libro/crimen-de-estado/ del que tomo estos datos.

Autor del artículo

<a href="https://joseramonferrandis.es" target="_blank">José-Ramón Ferrandis</a>

José-Ramón Ferrandis

Nacido en Valencia (España) en 1951. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense. Técnico Comercial y Economista del Estado. Salvo posiciones en Madrid, destinado sucesivamente en Ceuta (España), Moscú (URSS), Washington (EE. UU.), Moscú (Rusia) y Riad (Arabia Saudita). Profesor de Análisis Riesgo País, Análisis de tendencias y Mercados internacionales. Analista. Escritor (Globalización y Generación de Riqueza, África es así, Crimen de Estado). Áreas de especialización referidas a su trayectoria. Con el blog espera poder compartir experiencias y divulgar análisis sobre asuntos de interés general, empezando por el clima y terminando por la Geopolítica; sin dejar de lado la situación de España. Lo completará publicando semanalmente la Carta de los martes, que tiene 4 años de existencia.