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Un blog reaccionario

«Verum, Bonum, Pulchrum»

Guía para navegantes II

por | 11 Oct 2023 | Otros artículos

2. ¿Por qué se produce el cambio climático?

En este segundo texto de la serie presento las distintas teorías que se plantean como origen del incesante cambio climático. Son diferentes entre sí en alguna medida, de una u otra forma, el astro rey es el motor último del clima y, por tanto, de los cambios en éste. Y así como el origen es el Sol, su herramienta parece ser el ciclo del agua, como es lógico pensar por su importancia en la atmósfera. Pero veamos todo esto en detalle.

  • Las distintas teorías

La primera de ellas, siquiera por su grandioso enfoque sideral, se refiere es la del movimiento de los planetas del Sistema Solar. Sus oscilaciones y cambios gravitacionales y magnéticos inducen el cambio del clima de la Tierra. El sabio serbio Milutin Milankovich presentó un estudio que vinculaba los movimientos de la Tierra con los ciclos del clima y el cambio climático https://joseramonferrandis.es/un-brindis-por-milutin-milankovic-y-ii/ La mayoría del calentamiento registrado en la última parte del Siglo XX puede ser explicada por las oscilaciones gravitacionales y magnéticas del Sistema Solar sobre el movimiento del planeta Tierra a través del espacio.

El trabajo de Milankovich fue publicado en 1941 y se ha perfeccionado en años posteriores. Se concreta en una elegante y sencilla clave: el perihelio[1] cambia cada 22.000 años y eso afecta al clima. Hay una segunda variable: la excentricidad de la órbita. Ésta varía en ciclos de 100.000 y 400.000 años debido a la influencia de otros planetas (sobre todo Júpiter y Saturno). La tercera variable se refiere a que la Tierra gira sobre un eje que oscila en ciclos de 41.000 años. La coincidencia de estos ciclos lleva, junto con el vapor de agua, a los períodos que conocemos como Edades de Hielo y Períodos interglaciales.

Nicola Scafetta ha estudiado a fondo esta teoría, la ha verificado y ha hallado que las variaciones de temperatura desde 1860 estaban bien reconstruidas por el modelo que utilizaba las tesis de Milankovich. Los partidarios del calentamiento global antropogénico no pueden reproducir las temperaturas del pasado con sus modelos, salvo que hagan trampas y retorcimientos de esos modelos.

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https://twitter.com/Armeteo/status/1246130092478210049/photo/1

La segunda teoría es la del comportamiento humano. La hipótesis estriba en que la actividad humana es decisiva: la desaparición inicial[2] de los bosques, la agricultura[3], el regadío de zonas antes desérticas, la urbanización (con las llamadas islas de calor o microclimas asociados), los desarrollos y la urbanización de las costas, los vertidos al mar y otros impactos serían los inductores del calentamiento.

Más de un 33% de la superficie terrestre ha sido modificada por el ser humano. La urbanización acelerada que el mundo experimenta no puede modificar el clima global, pero sí lo hace localmente: edificios, máquinas, asfalto, aire acondicionado, calefacción, vehículos…. Todos ellos generan un microclima que cualquiera de los lectores conoce. Urbanización y agricultura han supuesto un incremento de 0,3°C en el territorio estadounidense. El IPCC, en su informe de 2007, sólo concedía un magro 0,0006 °C cada año del siglo, o sea, un despreciable 0,06°C en todo el Siglo XX. De hecho, Laat & Maurellis (2004)[4] afirman que su efecto térmico es mayor que el causado por las emisiones de CO2.

La deforestación incide sobre los niveles de CO2, tanto al quemar los bosques como al desaparecer los sumideros de CO2 que son las plantas en sí mismas. El IPCC estima que entre un 25% y un 33% del CO2 emitido por el ser humano tiene ese origen. Los desarrollos costeros dañan la línea de costa y los corales. Basuras y sedimentos alteran el funcionamiento de la vida en los océanos. Los aerosoles y el ozono impactan fuertemente en el calentamiento global.

Otra teoría (la tercera) achaca el calentamiento de los últimos 150 años – y dentro de ellos los últimos cincuenta – a variaciones en la circulación termohalina en los océanos, más precisamente en la ralentización de las corrientes oceánicas. Su mayor valedor ha sido William Gray. El argumento, en síntesis, es el siguiente. El agua de los océanos se transfiere constantemente desde las capas superficiales hacia el interior mediante un proceso llamado ventilación. Los océanos se ventilan totalmente cada 1.000 a 2.000 años a través del hundimiento del agua fría salina en las regiones Atlántica y Ártica y el surgimiento en los trópicos de agua menos salina y más caliente en los trópicos. Esta circulación profunda, llamada por sus autores la Meridional Overturning Circulation, se compone de una primaria Atlantic Thermohaline Circulation (THC) y una secundaria Surrounding Antarctica Subsidence. Afirma Gray: “Este pequeño calentamiento es probablemente resultado de las alteraciones naturales en las corrientes oceánicas globales que son impulsadas por las variaciones de salinidad de los océanos. Las variaciones de la circulación del océano se comprenden poco. La especie humana tiene poco o nada que ver con los cambios de temperatura recientes. No somos tan influyentes”. Tras esta aportación estrictamente científica, Gray añade: “Soy de la opinión de que el calentamiento global es uno de los mayores engaños jamás perpetrados contra el pueblo estadounidense[5]”.

El proceso es complejo, pero en resumen, cuando la THC es más fuerte de lo normal, el sistema como un todo experimenta un ligeramente mayor nivel de evaporación/precipitación (en torno al 2%). Cuando el TCH es inferior al normal, la lluvia se reduce en la misma medida. El TCH ha sido débil entre 1910 y 1940 y entre 1970 y 1994, lo que ha reducido la evaporación, la subida de agua fría y el calentamiento superficial, todo ello con los decalajes correspondientes por las masas gigantescas de las que estamos hablando y sus correspondientes inercias.

Según Gray, los cambios en MOC desde 1995 han llevado al cese del calentamiento entre 1998 y 2001 y a la tendencia al enfriamiento desde 2001 hasta 2016.

Gray era escéptico sobre las actuales teorías antropogénicas, que entendía soportadas esencialmente por científicos temerosos de perder sus fondos para investigar y promovidas por políticos y ambientalistas en busca del gobierno mundial. En junio de 2010, Gray escribió a la American Meteorological Society criticando su patrocinio del calentamiento global antropogénico. Dijo que sus miembros seguían una agenda política y no una científica y les acusó de trabajar para intereses específicos más que para los de la comunidad científica. Le costó caro, como sin duda esperaba.

La cuarta, la teoría del biotermostato[6], afirma que la retroalimentación positiva (más calor) que inducirían los gases de efecto invernadero serían contrarrestada parcial o totalmente por procesos biológicos y químicos, quienes actuarían como biotermostatos, manteniendo las temperaturas en equilibrio. Hay seis actores principales que alimentarían el biotermostato. Veamos cuáles serían y cómo operan.

El primero es el secuestro del carbono. Todo incremento de CO2 es inmediatamente absorbido por las plantas y por el suelo en su entorno, equilibrando la balanza. Su mayor defensor es Wolfgang Knorr, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Bristol (Reino Unido). Éste asegura que el incremento de CO2 depositado ha crecido fuertemente, a la par que las emisiones de dióxido de carbono, lo que contradice directamente la teoría del calentamiento antropogénico: el CO2 sería secuestrado según se emite. Los modelos canónicos del calentamiento no tienen en cuenta este factor.

El segundo es el del sulfuro de carbonilo, un gas sulfuroso incoloro, inflamable y de olor desagradable. Es el compuesto de azufre más abundante de forma natural en la atmósfera. Es emitido por suelo, océanos, volcanes y fuentes hidrotermales. Se transforma en partículas de aerosol sulfato. Éstas reflejan hacia el espacio la radiación solar y provocan un cierto enfriamiento. El sulfuro de carbonilo ha pasado de 373 ppmm (partes por cada mil millones) entre 1616/1694 a 485 ppmm en 2010, de las que sólo un 25% es de origen antropogénico. Los modelos del IPCC tampoco lo toman en consideración.

La luz difusa es el tercer factor compensador. Cuanto mayor es el porcentaje de CO2 en la atmósfera (y paralelamente la productividad de las plantas), mayor es la emisión gaseosa de éstas, que se convierte en aerosoles. Éstos actúan como condensadores de núcleos nubosos, incrementan la capa de nubes, reflejan más luz incidente y así, enfrían la atmósfera. Según Niyogi y otros, la absorción del CO2 general oscilaría entre un 30 y un 50% por esta vía. El IPCC no recoge nada de esto: no es un factor antropogénico.

El cuarto factor son los compuestos yodados, partículas que se forman a partir de las algas marinas. Contribuyen a crear nubes y éstas reducen la radiación solar que llega a la superficie. Cuanto mayor es la temperatura y el nivel de CO2, mayor es el porcentaje de partículas yodadas. C.D. O´Dowd y otros afirmaron en Nature (2002) que el crecimiento de los compuestos yodados neutralizaría el de los gases de efecto invernadero. Y un manto de silencio cayó sobre él.

Con el mismo origen y mecánica de los compuestos yodados encontramos el quinto factor: el sulfuro de dimetilo, emitido por los océanos tanto más cuanto más alta es la temperatura de su superficie. El sulfuro de dimetilo (SDM) es una fuente importante de desarrollo de la formación de núcleos nubosos y, por tanto, en el incremento del albedo. ¿Cómo influye el SDM en la neutralización de la temperatura que se dice produciría un incremento del CO2? En un estudio publicado en 2000 en el Journal of Geophysical Research se demostró que el incremento de 1 grado centígrado en la temperatura del agua incrementaría la concentración de SDM en un 50%. Ello comportaría automáticamente una retroalimentación negativa del calentamiento supuestamente producido por el CO2. Como en los casos anteriormente mencionados, este efecto no se encuentra recogido en los modelos climáticos auspiciados por Naciones Unidas.

El sexto y último es un conjunto de otros aerosoles, de origen biológico marino, biológico terrestre, antropogénicos no biológicos y naturales no biológicos[7]. Cuando aumenta la concentración de CO2 o cuando aumentan las temperaturas, estos aerosoles abundan más en la atmósfera y reflejan más radiación solar, enfriando la superficie de la Tierra.

La quinta teoría es la de la formación de nubes y el albedo. Sugiere que los cambios en la formación y en el albedo de las nubes crean retroalimentaciones negativas que cancelan todo o casi todo el efecto de los mayores niveles de CO2. Esta teoría está basada en la observación, no en modelos. Es un mecanismo automático comprobado en los trópicos: cuando la temperatura del agua se eleva, evapora más y crea más nubes, que mantienen la temperatura de las aguas en una franja de 2°C. Como un termostato.

Richard Lindzen aportó en 2001 la idea del iris adaptativo infrarrojo, un automatismo que funcionaría como un diafragma alterando la cantidad de nubes altas (cirros) para permitir el reforzamiento del enfriamiento infrarrojo[8]. En 2008. Roy Spencer utilizó datos satelitales para corroborar lo afirmado por Lindzen[9]. En 2009, Lindzen y Yong Sang-Choi comprobaron que, en los trópicos, los flujos de radiación hacia el exterior crecen con el aumento de las temperaturas superficiales del mar. Es una retroalimentación negativa clara. Curiosamente, es todo lo contario de lo que afirman ONCE modelos creados al respecto por otros tantos investigadores. Ante las críticas, Lindzen y Choi presentaron en 2010 un nuevo estudio en el que utilizaban datos de los satélites ERBE[10].Volvieron a encontrar retroalimentación negativa por parte de las nubes en los trópicos, lo que implica que “los modelos exageran la sensitividad del clima”[11].

La sexta teoría es que las variaciones de la intensidad solar son responsables de todo o gran parte del calentamiento del Siglo XX y gobernará la del Siglo XXI con independencia de las emisiones de CO2. Sus partidarios aúnan en realidad dos teorías[12], ambas procedentes del Sol: la formación de nubes, que se deriva directamente de los rayos cósmicos, y los cambios en la circulación termohalina de los océanos, que influyen en las temperaturas del agua y en los patrones de los vientos.

El IPCC atribuye a los cambios en la radiación solar – desde 1750 – un forzamiento radiativo de + 0,12 W/m2, extremadamente inferior al que ese mismo IPCC atribuye al CO2, (que es de 1,66 W/m2). Muchos científicos, en base a variables proxy procedentes de muestras de hielo y otras fuentes, han hallado que el forzamiento del sol es diez veces superior al del CO2[13].

La séptima teoría afirma que son los CFCs o clorofluorocarbonos los responsables del calentamiento experimentado a finales del Siglo XX. Su divulgador es David B. Laing. Analizando las tendencias de incremento del CO2 en detalle, observó que los incrementos de temperatura PRECEDÍAN a los incrementos de CO2. Sorprendido, incluyó los CFCs el análisis. Realizó un desarrollo de 24 años (1975/1998), el período del Siglo XX en el que la elevación de temperatura fue de más de 0,5 grados centígrados. Y halló que los incrementos de temperatura tienen lugar dos meses antes (marzo) de que el CO2 alcance su máximo (junio). Por tanto, no es el CO2 el que eleva las temperaturas. Y si no es el CO2, ¿quién es? Laing insertó los datos de reducción de ozono y halló que culminaban en marzo, al igual que las temperaturas. Su correlación es de 0,92, es decir, muy alta. Eso significa que la probabilidad de que el responsable del calentamiento global sea el deterioro de la capa de ozono es también muy alta. Para reforzar esa hipótesis, Laing expuso que fue precisamente en el período 1975/1998 cuando los CFC o clorofluorocarbonos salieron a la atmósfera masivamente desde sprays y refrigeradores.

La razón es que la clorina y la bromina asociados a los CFCs causan el descenso del ozono atmosférico. La entrada en vigor del Protocolo de Montreal cortó la tendencia al alza de la clorina. La recuperación durará hasta mediados del Siglo XXI, porque muchos de los productos químicos incluidos en el Protocolo de Montreal siguen en la atmósfera, destruyendo catalíticamente las moléculas de ozono.

Para cerrar el círculo es necesario saber cómo la reducción de la capa de ozono causa en gran parte el calentamiento global. Y es porque el ozono protege a la Tierra de los rayos ultravioleta B (UV-B), que son 48 veces más cálidos que la radiación infrarroja de la Tierra. Si descienden las moléculas de ozono, más rayos UV-B entran en la atmósfera terrestre.

Esta explicación cuadra bien tanto con el ascenso de temperaturas en el último tercio del Siglo XX como con la pausa o hiato que se dio (y sobre el que los interesados en culpar al CO2 callaron, pues no tenían ni tienen forma de explicar ese fenómeno) en los primeros 15 años del Siglo XXI. Si es así, ¿por qué empezaron a subir de nuevo las temperaturas en 2015? Bennet recurre a la erupción entre mediados de 2014 y primeros de 2015 del volcán Bardarbunga, la más poderosa desde la del volcán Laki en 1783. Lanzó cloruros y bromuros a la atmósfera en forma de cloruro de hidrógeno y bromuro de hidrógeno, con los mismos efectos que los CFCs de los impelentes y refrigerantes. La situación ha vuelto a la normalidad. Los efectos de la erupción del Bardarbunga han pasado, lo que debería permitir un reequilibrio de las temperaturas.

Effective Chlorine in the atmosphere and the scenario with and without the Montreal Protocol

https://www.dcceew.gov.au/environment/protection/ozone/montreal-protocol/graphs

La octava teoría es la del calentamiento global antropogénico. Sus partidarios mantienen que son las emisiones de CO2 por la acción del ser humano las responsables del calentamiento global experimentado en el último siglo y medio. No hace falta insistir.

  • ¿Hay un responsable último?

Una de las hipótesis más valoradas por los científicos atribuye directamente al Sol la responsabilidad de las variaciones del clima. Dicho de otra forma, el factor más importante en el clima de la Tierra es la variación en la radiación solar. Es el Sol quien modela el clima. ¿Hay correlación positiva entre actividad y luminosidad solares, por un lado, y calentamiento de la atmósfera terrestre por otro?

La evidencia empírica sustenta que los cambios en la radiación solar recibida en la Tierra afectan a las temperaturas de las áreas terrestre y marítima. A su vez, los cambios en las temperaturas afectan al vapor de agua atmosférico. Y afectan asimismo a los componentes más dinámicos de la insolación ecuador-al-polo y a los gradientes de temperaturas, que varían en escalas temporales que van desde décadas hasta cientos de años.

¿Cómo tiene lugar ese proceso? Veamos el papel de los rayos cósmicos[14], que proceden de la muerte violenta de estrellas gigantescas a lo largo y ancho del Universo. Entran en la atmósfera terrestre y juegan un papel de primera importancia en la formación de los núcleos de condensación y posterior formación de las nubes.

La correlación entre rayos cósmicos y capa de nubes fue comunicada por primera vez por Henryk Svensmark[15] y Eigil Friis-Christensen en 1997. Los electrones proyectados a nuestra atmósfera por los rayos cósmicos de la galaxia estimulan la formación de pequeños núcleos de ácido sulfúrico y moléculas de agua, que son los componentes de los núcleos de condensación de las nubes. En resumen, los rayos cósmicos calientan el vapor de agua y forman nubes. Esas nubes enfrían la atmósfera[16]. Las nubes enfrían más de lo que el CO2 contribuye al calentamiento.

Durante los períodos de mayor actividad magnética solar, el viento solar bloquea parte de los rayos cósmicos y les impide llegar a la baja atmósfera, por lo que se producen menos núcleos de condensación. El resultado es que hay menos nubes de bajo nivel; la consecuencia es que se elevan las temperaturas del aire en la superficie de la Tierra y ésta se calienta.

En agosto de 2016, Svensmark publicó otro estudio en el Journal of Geophysical Research: la Física del espacio sustenta la idea de que existe una importante conexión entre rayos cósmicos y nubes. En esta publicación, los autores hallaron que “la variación de un 3 ó un 4 % de la capa de nubes durante el ciclo solar más reciente está fuertemente correlacionada con el flujo de rayos cósmicos”, inversamente relacionados con la actividad solar.

En esa línea, el Centro Nacional del Espacio (Copenhague)[17] considera probado que el calentamiento experimentado en algunos períodos de la historia del clima está ligado a la disminución de las nubes bajas, que es a su vez consecuencia de la disminución de la radiación cósmica. Nir Shaviv es uno de los científicos que han propuesto la existencia del vínculo entre rayos cósmicos y clima. En un estudio con Ján Veizer (2003) se demostró que la reconstrucción de las temperaturas en el Fanerozoico se correlaciona con el flujo de rayos cósmicos, pero no se correlaciona con la variación del CO2.

  • El ciclo del agua

En última instancia, es el ciclo del agua quien condiciona, determina y gobierna los cambios en el clima (y no al revés). La hipótesis está demostrada. No sorprende leer al IPCC decir que es el CO2 antrópico quien determina el clima, porque el IPCC se creó para culpabilizar la acción humana, la industrialización, la economía de mercado y la riqueza, pero es científicamente inane.

Voy a extraer los principales argumentos de un ensayo publicado[18] por Steve Goreham.

El ciclo del agua abarca el agua salada de los océanos, el agua dulce de ríos y lagos y el hielo de polos y glaciares. Incluye los flujos entre los océanos y la tierra en forma de evaporación, lluvias y tormentas. Contiene gigantescos flujos de energía que determinan y conforman el clima de la Tierra, las temperaturas y hasta los rasgos superficiales. Los efectos del agua son de varios órdenes de magnitud superiores a los tan cacareados efectos del CO2.

¿Cómo funciona ese ciclo del agua? La luz solar cae con fuerza en los trópicos, donde se absorbe la mayor parte de la energía y con menos fuerza en los polos, donde la energía absorbida es menor. El clima de la Tierra es conducido por la redistribución del calor de los trópicos a los polos. La evaporación crea masivos sistemas tormentosos tropicales. Éstos desplazan la energía a través de los altos niveles de la atmósfera, a latitudes más frías, por medio de los vientos, los frentes tormentosos, los ciclones y las corrientes oceánicas. Este es el ciclo del agua.

El océano Pacífico es la mayor superficie de la Tierra. Cubre un tercio del globo. Supera en dimensiones a la suma de todas las áreas emergidas. A su vez, los océanos constituyen el 70% de la superficie de la Tierra. Multiplican por 250 la masa de la atmósfera y pueden conservar 1.000 veces más energía. De hecho, la masa de sus primeros 10 metros de profundidad equivale a la de toda la atmósfera. Por eso los océanos tienen un efecto tan poderoso sobre el clima de la Tierra. El propio efecto invernadero está dominado por el agua; ya sabemos que más del 95% del efecto invernadero está causado por el vapor de agua y las nubes.

Durante 16 años y luego durante 7 más[19], las temperaturas de la superficie de la Tierra no se han incrementado, a pesar del aumento incesante de dióxido de carbono. Todos los modelos predecían un rápido incremento en las temperaturas, en contradicción con los datos observados. Los modelos son con frecuencia incapaces de predecir el tiempo a dos días vista, así que resulta pretencioso hablar de las tendencias del clima a largo plazo. Durante el período 1998/2015 no tuvo lugar calentamiento alguno según las mediciones satelitales. Es más, la temperatura descendió ligeramente. El fenómeno es conocido por “La Pausa”. Entretanto, las emisiones de CO2 se disparaban. Y eso ocurre porque el efecto invernadero del CO2 es débil, marginal, irrelevante.

Desde finales del Siglo XIX las temperaturas globales han seguido los ciclos de la Oscilación Decenal del Pacífico (PDO)[20] y de la Oscilación Multidecadal del Atlántico[21]. Se los conoce mejor por El Niño y por su némesis, La Niña. El Niño es un fenómeno oceánico ecuatorial durante el cual las aguas frías profundas del Pacífico Oriental dejan de emerger a la superficie. Ésta se recalienta, aumenta la evaporación, calienta el aire y la temperatura media global alcanza un pico alto (Antón Uriarte[22]).

A El Niño se le conoce asimismo por ENSO, es decir El Niño Southern Oscillation. Tanto él como ella son las dos formas que revisten los ciclos oceánicos.

Se ha subrayado la prevalencia de La Niña desde 1998 hasta 2015. Entre 1975 y 1998, cuando las temperaturas se elevaban, el Pacífico experimentó más frecuentes episodios cálidos El Niño que fríos La Niña. La ODP/PDO entró una fase fría. Y con ella, vimos más La Niña. Quizá tantas La Niña sean las responsables de la estabilidad de las temperaturas. Si es el caso, ¿no evidencia ese fenómeno que los océanos y los ciclos del agua son más fuertes que el CO2?

El efecto invernadero contribuye al calentamiento con 153 W/m². De éstos, 150 W corresponden al vapor de agua y 3 W al sumatorio de CO2, metano y otros gases. Además, sólo una muy pequeña parte del CO2 es antropogénico.  Visto el panorama, ¿de verdad es el CO2 antrópico el responsable del calentamiento de la atmósfera? Tampoco hay correlación entre CO2 y temperatura. El 40% del calentamiento del Siglo XX se ha producido antes de 1940 y el 80% de los GEI antropogénicos es posterior a 1940. A largo plazo, las modificaciones de la temperatura global se correlacionan con una combinación de fuerzas naturales (actividad solar y temperaturas marinas superficiales), no con los niveles de CO2 de distintos orígenes. ¿Qué más puede decírsele a un zelote[23] para que deje de creer lo que no se ve y crea lo que se ve?

Concluyamos. Podemos resumir este texto de la siguiente manera: La teoría políticamente correcta, y por esa razón canónica, afirma que las variaciones (sólo al alza) de las temperaturas que experimenta la atmósfera terrestre se deben a la acción del CO2 en su condición de gas de efecto invernadero. No hay otras causas. Es sencillo de explicar y más aún de asimilar.

Sin embargo, existen otras teorías, las cuales afirman que existen varias causas concomitantes posibles. Descartan el CO2 antropogénico como causa relevante, aunque una pequeña parte del calentamiento se pueda deber al CO2, del que el producido por el hombre es un 3% aproximadamente. Más crédito les merece el ciclo del agua en las circulaciones oceánicas y la acción del vapor de agua en la atmósfera, cuya presencia en forma de nubes depende de los rayos cósmicos. También influye la posición de la Terra en torno al Sol y las variaciones en éste. Y por supuesto, la acción de hombre en los procesos de urbanización, así como los CFCs y distintos aerosoles.

En último análisis, la mayoría de las causas conducen al Sol, responsable principal.

[1] La máxima proximidad de la Tierra al Sol en su órbita elíptica es el perihelio; la más lejana es el afelio.

[2] Ya no es el caso: la reforestación es un hecho medido, filmado y demostrado.

[3] El regadío, al aumentar la capacidad de absorción de calor del suelo, provoca un aumento de la radiación nocturna y por ende, el incremento de las temperaturas mínimas. De hecho, en el período 1950-2004, un análisis sobre el 71% de las tierras continentales afirma que las temperaturas mínimas han subido más que las máximas: 0,20°C/década frente a 0,14°C/ década.

[4] 2004, Geophysical Research Letters.

[5] Gray habla de las consecuencias para los EE. UU. de las suicidas políticas en materia de generación energética, trufadas de prohibiciones y dificultades. Si es aplicable a los EE. UU., lo es para todo el globo.

[6] Esencialmente extraída del librito titulado “Siete teorías del cambio climático”, agrupadas por Joseph L. Blast, presidente del Heartland Institute, en 2010.

[7] A estos últimos corresponde la emisión de distintos productos en las erupciones volcánicas. Hay una clara correlación entre grandes erupciones y caída de temperaturas, como se ha comprobado con el volcán Huaynaputina (Perú) en 1600, el Tambora (Java) en 1815, el Krakatoa (Java, 1885) y el Pinatubo (Filipinas, 1991). Y si nos remontamos a 73.500 años antes de 1950, la erupción del volcán Toba (Sumatra) provocó gigantescas alteraciones del clima en todo el globo.

[8] La capa de nubes se reduce un 22% por cada incremento de un grado en la temperatura. Son datos, no modelos.

[9] El efecto neto de las nubes durante las oscilaciones tropicales estacionales es enfriar el sistema atmosférico oceánico durante la fase cálida troposférica y calentarla durante la fase fría”.

[10] ERBE por Earth Radiation Budget Experiment, ERBE se sirve de tres satélites orbitales: el NASA Earth Radiation Budget Satellite (ERBS) y dos de la NOAA. Los datos de los tres se utilizan para estudiar el intercambio de energía entre el Sol, la Tierra y el espacio.

[11] Lo que estaba demostrado.

[12] El lector ya se habrá fijado en que las seis primeras teorías se interrelacionan parcialmente, aunándose todas ellas en la importancia última del Sol. Parece una obviedad. De hecho, ES una obviedad, pero no podemos poner impuestos al sol como podemos hacerlo con la emisión de CO2. Y si, de paso, desmontamos las industrias de Occidente en favor de China e India, la jugada es redonda.

[13] Esto no puede extrañar: el tratado constitutivo del IPCC busca culpar al ser humano y sólo al ser humano del calentamiento global.

[14] Los rayos cósmicos que alcanzan la atmósfera son principalmente (98%) protones y partículas alfa de alta energía, que cruzan el universo a velocidades cercanas a la de la luz. El resto está constituido por electrones y partículas pesadas ionizadas, denominadas partículas primarias.

[15] Henryk Svensmark, astrofísico danés en el Danish National Space Center: «Nuestro equipo ha descubierto que los pocos rayos cósmicos que alcanzan el nivel del mar juegan un papel importante en el tiempo de cada día. Contribuyen a generar nubes bajas, que en gran medida regulan la temperatura de superficie de la Tierra. Durante el siglo XX la entrada de los rayos cósmicos disminuyó, con la consiguiente reducción de la nubosidad, lo que permitió que el mundo se calentara. La mayor parte del calentamiento durante el siglo XX se explica por una reducción de la cubierta de nubes bajas».

[16] Unos 20 W/m2, resultante del albedo (50W/m2) menos el 30W/m2 de su propio efecto invernadero. En resumen, durante el día, las nubes protegen del sol y por la noche, evitan el enfriamiento. Seguro que el lector lo ha notado.

[17] El experimento de referencia está datado en 2006. En una cámara instalada en el sótano del Centro, reprodujeron el impacto de los rayos cósmicos en la atmósfera. Los electrones generados, en un proceso ionizante, catalizaron aerosoles (sobre todo, los derivados del azufre) y crearon “núcleos de condensación”, que a su vez potenciaron la creación de nubes. La teoría había quedado demostrada.

[18] En el Washington Times (2013).

[19] Desde 1998 hasta 2015 y desde 2016 a 2023.

[20] Pacific Decadal Oscillation (PDO).

[21] Atlantic Multidecadal Oscillation (AMO).

[22] Antón Uriarte fue doctor en geografía por la Universidad de Zaragoza especializado en climatología. Español y donostiarra, falleció en agosto de 2019 (69 años). Fellow Royal Meteorological Society y miembro de la Sociedad Aranzadi de Ciencias Naturales, fue catedrático en la Universidad del País Vasco. Mantuvo un popular blog sobre el cambio climático (era escéptico) y tenía una gran capacidad de comunicación. Afirmaba que existe un cambio climático, pero mantenía posiciones relativamente contrarias a la influencia que tiene el ser humano en ese cambio: tal influencia no es determinante y el principal causante del aumento de temperaturas no es sólo el dióxido de carbono generado por el hombre (las erupciones volcánicas, los fenómenos de «El Niño» o la «La Niña», el plancton, etc. tienen mucha mayor relevancia). Incluso no consideraba que el CO2 fuera un contaminante, ya que no es tóxico, sino al contrario, un fertilizante necesario para la vida vegetal, por lo que una mayor cantidad favorecerá el crecimiento de las plantas (como ya ha ocurrido en otras épocas). Defendía el uso del carbón.

[23] El término zelote proviene del latín eclesiástico zelōtes, y Éste del griego ζηλωτής (zelotai), que significa sectario.

Autor del artículo

<a href="https://joseramonferrandis.es" target="_blank">José-Ramón Ferrandis</a>

José-Ramón Ferrandis

Nacido en Valencia (España) en 1951. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense. Técnico Comercial y Economista del Estado. Salvo posiciones en Madrid, destinado sucesivamente en Ceuta (España), Moscú (URSS), Washington (EE. UU.), Moscú (Rusia) y Riad (Arabia Saudita). Profesor de Análisis Riesgo País, Análisis de tendencias y Mercados internacionales. Analista. Escritor (Globalización y Generación de Riqueza, África es así, Crimen de Estado). Áreas de especialización referidas a su trayectoria. Con el blog espera poder compartir experiencias y divulgar análisis sobre asuntos de interés general, empezando por el clima y terminando por la Geopolítica; sin dejar de lado la situación de España. Lo completará publicando semanalmente la Carta de los martes, que tiene 4 años de existencia.