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Un blog reaccionario

«Verum, Bonum, Pulchrum»

Todavía los hay que se preguntan si Dios existe[1]

por | 17 May 2023 | Otros artículos

Antony Flew[2] fue un filósofo de nacionalidad británica, famoso en su día por ser el máximo referente del ateísmo filosófico anglosajón, que murió en 2010. A lo largo de su vida escribió muchos textos. Uno de ellos, elaborado en colaboración con Roy Abraham Varghese (2008), se titula There is a God. How the world’s most notorious atheist changed his mind[3].

Durante toda su vida, Flew se cuestionó abiertamente y sin prejuicios sobre la existencia de Dios. Según fue viendo argumentos en favor y en contra, se decantó finalmente por la hipótesis del creyente. No lo hizo por fe sino convencido por la razón. Fue un largo y complejo proceso de transformación, que relata con detalle en el libro mencionado.

Pero en realidad no quería yo tanto hablar del buen libro de Flew cuanto de cómo resume éste una conocida anécdota.

La relata Flew en torno a su último debate público, que tuvo lugar en la New York University, en mayo de 2004. Participaron el científico israelí Gerald Schroeder, el filósofo escocés John Haldane y el propio Flew.

La conclusión del simposio se resume en que los desarrollos de la ciencia moderna parecían apuntar a la existencia de una Inteligencia más alta: de todos los descubrimientos de la ciencia moderna, el mayor era Dios.

Para Flew, su giro personal se debía casi enteramente a las investigaciones sobre el ADN. Para entender la casi increíble complejidad de las estructuras que son necesarias para producir vida, alguna inteligencia ha debido participar en el ensamblaje de esos elementos extraordinariamente diversos. Asombra la enorme complejidad del número de elementos y la enorme sutileza de las formas en que cooperan. La probabilidad de que todos esos elementos hayan podido encontrarse por casualidad en el momento adecuado es simplemente minúscula.

A Flew le impresionó especialmente la meticulosa refutación de Schroeder de lo que llamó “el teorema del mono”. Esta idea defiende la posibilidad de que la vida surja por azar recurriendo a la analogía de un grupo de monos que aporrean durante mucho tiempo los teclados de unos ordenadores y terminan escribiendo un soneto de Shakespeare.

Schroeder se refirió en primer lugar a un experimento realizado por el British National Council of Arts, que describió de la siguiente manera. Se introdujo un ordenador en una jaula en la que había seis monos. Después de torturar su teclado durante un mes, los monos produjeron cincuenta páginas mecanografiadas, pero ni una sola palabra. Schroeder señaló que los monos ni siquiera habían conseguido acertar con las palabras más cortas del idioma inglés, que contienen una sola letra (a o i). A es una palabra sólo si va flanqueada por dos espacios en blanco. Si tenemos en cuenta que el teclado del ordenador contiene treinta caracteres (las veintiséis letras y otros símbolos), la probabilidad de conseguir una palabra de una sola letra es de 30 veces 30 veces 30, es decir, de una entre 27.000.

Schroeder aplicó a continuación el cálculo de probabilidades al soneto de Shakespeare. “¿Cuál es la probabilidad de conseguir por azar un soneto de Shakespeare?”, preguntó. Y argumentó: «Todos los sonetos tienen la misma extensión. Constan de catorce versos. Escogí el soneto cuyo primer verso recordaba de memoria: Shall I compare thee to a summer’s day? (¿Te compararé con un día de verano?). Conté el número de letras; resulta que hay 488 letras en ese soneto. ¿Cuál es la probabilidad de obtener las 488 letras en la secuencia correcta – como en Shall I compare thee to a summer’s day – tecleando al azar? Para encontrarla, es preciso multiplicar 26 por sí mismo 488 veces: 26 elevado a la 488ª potencia. Dicho de otra forma, en base 10, equivale a 10 elevado a 690.

El número de partículas del universo —no el número de granos de arena, sino el de protones, electrones y neutrones— es de 10 elevado a 80. Diez elevado a 80 es un 1 seguido de 80 ceros. Diez elevado a 690 es un 1 seguido de 690 ceros. No hay bastantes partículas en todo el universo para agotar las apuestas, es decir, los ensayos necesarios para escribir el soneto por casualidad. El universo se queda corto en un factor de 10 elevado a 600[4].

Olvidémonos ahora de los monos. Si tomáramos todo el universo y lo convirtiéramos en chips de ordenador, cada uno de los cuales pesara la millonésima parte de un gramo, y cada chip fuera capaz de hacer 488 intentos a una velocidad de un millón de veces por segundo; si transformáramos todas las partículas del universo en tales microchips y estos chips escribieran letras al azar un millón de veces por segundo, el número de intentos que habría habido tiempo de realizar desde el principio de los tiempos habría sido de 10 elevado a 90. De nuevo, nos estaríamos quedando cortos por un factor de 10 elevado a 600. Nunca se podrá conseguir un soneto por casualidad.

El universo tendría que ser 10 elevado a 600 veces más grande de lo que es. Y, sin embargo, la gente cree que los monos pueden conseguirlo[5]. Si el teorema de los monos no funciona para un solo soneto, es simplemente absurdo sugerir que algo mucho más difícil que escribir un soneto, como es la aparición de la vida, pueda haberse producido por casualidad”.

Flew era metódico, sistemático, honrado consigo mismo, con sus coetáneos y también con los planteamientos que desarrollaba. Tan es así que recomendaba comportarse en el proceso de intelección como Sócrates propugnaba con su proverbial sencillez, entereza y alta conciencia moral: “seguir la argumentación hasta dondequiera que lleve”. A Flew le llevó a aceptar la existencia de Dios.

Otros preferirán el azar.

[1] Lo esencial de este artículo fue publicado en el marco de una Carta de los martes del año 2021.

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Antony_Flew (sin que sirva de precedente, Wikipedia aporta una visión razonable de los planteamientos de Antony Flew).

[3] Harper Collins. ISBN 9780061335303. El subtítulo está en letra más pequeña.

[4] 610, para ser exactos.

[5] Es difícil encontrar en cualquier época y país gente que quiera molestarse en hacer los cálculos. Prefieren por lo común creer a los políticos, en el supuesto de que puedan.

Autor del artículo

<a href="https://joseramonferrandis.es" target="_blank">José-Ramón Ferrandis</a>

José-Ramón Ferrandis

Nacido en Valencia (España) en 1951. Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense. Técnico Comercial y Economista del Estado. Salvo posiciones en Madrid, destinado sucesivamente en Ceuta (España), Moscú (URSS), Washington (EE. UU.), Moscú (Rusia) y Riad (Arabia Saudita). Profesor de Análisis Riesgo País, Análisis de tendencias y Mercados internacionales. Analista. Escritor (Globalización y Generación de Riqueza, África es así, Crimen de Estado). Áreas de especialización referidas a su trayectoria. Con el blog espera poder compartir experiencias y divulgar análisis sobre asuntos de interés general, empezando por el clima y terminando por la Geopolítica; sin dejar de lado la situación de España. Lo completará publicando semanalmente la Carta de los martes, que tiene 4 años de existencia.