Este es un título algo trillado. Como poco, he encontrado otros dos idénticos. Uno corresponde a un libro de Nicolas Levrat y Jenaro Talens (2021), y el otro a un seminario recurrente organizado desde 2001 con ese título en la UIMP, con presencia reciente del ahora alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, y vicepresidente de la Comisión Europea José Borrell, que se celebra cada año a primeros de agosto.
Nada que ver con ellos. Este es un análisis breve de la situación de Europa[1] en un mundo convulso tras el fin de la Pax americana[2]. La Unión Europea, némesis de los Estados de Europa, añade descomposición adicional a un proceso de progresiva pérdida de relevancia para un subcontinente menguante[3].
Veamos los elementos componentes de esta agonía.
Geopolíticamente, la RP China, aupada sobre una gigantesca superioridad comercial, ha desembarcado en medio mundo a lomos de sus superávits, obtenidos gracias a sus manipulaciones de precios en origen, el apoyo oficial a empresas chinas con todo tipo de ayudas[4], la vulneración sistemática de las condiciones exigidas por su pertenencia a la OMC y la modificación del valor de la moneda china para favorecer la competitividad del sistema. Los recursos necesarios para construir un imperio en el Siglo XXI proceden precisamente de esos gigantescos superávits comerciales. Es un planteamiento sencillo pero eficaz, que permite a la RP China soñar con un futuro de gran potencia hegemónica, de la mano del Partido Comunista Chino, portador de la voluntad subyacente a este proceso de sístole global. Los países de Europa desarrollan sin reaccionar[5] progresivamente crecientes déficits comerciales con la RPCh, situación que financian con endeudamientos cada vez mayores, que acaban abocando, por esa razón y por la financiación del Estado de Bienestar descabellado (e insostenible) que zalameramente ofrecen, a déficits gemelos, antesala de la quiebra del Estado.
Las empresas europeas han estado realizando inversiones cada vez mayores en el país asiático, tanto para conseguir componentes a bajo precio que integren sus cadenas de producción en Europa con costes más bajos, como para fabricar en el país asiático la totalidad de los productos. Esta política se ha revelado miope, pues las autoridades chinas han propiciado el robo de la propiedad intelectual occidental y de paso han fortalecido sus capacidades industriales. ¿Qué hacer en este momento?
Económicamente, las autoridades de Unión Europea en su conjunto están empeñadas en la destrucción de los sectores energético[6] y agrícola[7] de sus EEMM. Con el desmantelamiento de su generación de energía (menor output, que además es menos fiable y estable, de mayor precio y con mayores emisiones de CO2 a la atmósfera[8]), consecuencia inevitable de la demonización de la mejor solución tecnológica, que es la energía nuclear, todos los sectores productivos y el bienestar de las poblaciones sufren y sufrirán incrementos de precios y reducción del bienestar. La inmediata pérdida de competitividad erosionará las exportaciones mientras estimula por sí misma las importaciones. Si añadimos la destrucción de la agricultura y el suicidio automovilístico perpetrado con la prohibición de uso de vehículos nuevos con motor de explosión a partir de 2035, la perspectiva es claramente autodestructiva.
Financieramente, los erarios adolecen de un ya crónico endeudamiento, irrecuperable salvo catarsis generalizada, que para servirlo exige una progresivamente creciente presión fiscal, que deprime el consumo y reduce la capacidad de gasto de empresas y particulares, ahondando la retracción del PIB. Las políticas erróneas y suicidas de los bancos centrales, tendentes a evitar las consecuencias de la gran crisis de 2008, han creado las condiciones para que estalle otra mayor. La independencia de estas instituciones no ha sido un hecho, lo que revela que el control político sobre su deseable y estatutaria independencia es completo. Colateralmente, de manera inevitable, el sector financiero (la banca, especialmente) ha sufrido y sufre las consecuencias de la desaparición de sus márgenes y de la alteración esencial del patrón básico del negocio bancario, generando un paisaje siniestro de amenaza de quiebras en las entidades más rezagadas.
Políticamente, la tiranía ordenancista de la UE y la obediencia ciega de los EEMM, cuyas élites apenas reaccionan[9] y cuyos gobiernos condicionan[10] la actuación de las respectivas sociedades, están deteriorando la ya fuertemente erosionada democracia partidista hasta situarla en cotas de aceptación nunca vistas desde la década de los años 30 del Siglo XX. El paradigma vigente desde 1945 está en cuestión. La inexistencia de políticas inmigratorias racionales, que permitan hacer frente a una invasión en toda regla y ulterior zonificación de ciudades en las que no rige la ley, está convirtiendo a los países en Estados fallidos y deteriorando la vida diaria, lo que genera ulteriores rechazos del sistema político imperante.
Administrativamente, la UE produce sistemáticamente un sinnúmero de normativas en todos los ámbitos de la vida económica de los EEMM, con la doble consecuencia de obstaculizar la producción con esos requerimientos y dificultar (con el inevitable encarecimiento) la competitividad de bienes y servicios, obligando a cumplir a las empresas con exigencias permanentes en su existencia y crecientes en su número, que ninguna otra área económica impone a sus agentes económicos. La obvia consecuencia es la pérdida de mercados exteriores y la creciente dificultad para competir en el interior.
La implantación de medidas de carácter administrativo asociadas al llamado cambio climático deteriora adicionalmente la capacidad productiva y el bienestar de la población, a cambio de nada.
Militarmente, Europa es un alfeñique en términos globales, siquiera sea por su dimensión, incluso agregada. La UE no dispone de fuerzas propias[11] y sólo el Reino Unido, Francia, Italia, España y Polonia presentan ejércitos solventes[12]. La criminal agresión de la Rusia de Putin a Ucraina ha puesto de relieve tanto la incapacidad esencial de Rusia para desarrollar una guerra moderna[13] como la debilidad individual de los países agredidos que no pertenecen a la OTAN[14]. La disponibilidad rusa de abundantes ojivas nucleares la protege de contraataques en su territorio … de momento, pero lo cierto es que Europa no va a utilizar sus demográficamente desguarnecidos ejércitos (y menos a sus poblaciones) en una guerra frontal, salvo quizá situación límite en sus fronteras o en el interior, tras haber perdido la capacidad de reaccionar y tener en su territorio una quinta columna notable y extensa.
Las soluciones son claras y están a mano, pero las elites occidentales se opondrán a aplicarlas, situándose frente y contra los intereses de los gobernados, quienes pagan sus emolumentos y financian los extras. Las comentaremos a no mucho tardar.
La frase del título, Quo vadis, tuvo lugar, según las referencias históricas[15], el año 64 después de Cristo, cuando Nerón se había lanzado a una persecución implacable de los cristianos[16]. Al parecer, (San) Pedro huía de Roma, cuando en su camino halló a Jesucristo, quien caminaba en sentido contrario al suyo con su cruz a cuestas. Pedro le preguntó: “¿A dónde vas, Señor[17]? La respuesta de éste convenció a Pedro de que su lugar estaba en Roma, a donde volvió para ser ejecutado acto seguido[18].
Nerón se suicidó cuatro años más tarde por mano de un sirviente para evitar ser detenido. La UE tañe penosamente la lira con descuido, confiada y artera.
[1] Todos ustedes diferencian perfectamente Europa de la Unión Europea. Europa es un agregado de naciones Estado cuyo primer país fue España y el último, alguno del conjunto de los ex yugoslavos, con argamasas internas distintas y cambiantes, pero también con una clara voluntad de permanencia en el tiempo. La Historia las ha traído aquí desde hace siglos. Las categorías organizativas al uso son tantas como casos concretos se dan, así que se revelan inútiles para una clasificación coherente. Geográficamente, Europa muere en los Urales.
[2] Lo digo con frecuencia: el mundo que conocimos en Occidente desde 1945, después y como consecuencia de Yalta, y más aún desde 1991, una vez se materializó la implosión soviética, está desapareciendo rápidamente. La pérdida de las colonias y el reflujo imperial han acabado por situar a las metrópolis muy cerca de (metáfora) un hoyo sin compactar, al que se aproximan rápidamente debido a la pérdida de convicciones morales y de principios estables, así como al abandono del catolicismo, amalgama diferencial y fundacional de Europa. Las élites adocenadas situadas en posición de gobierno ya no tienen voluntad de servicio a sus ciudadanos reunidos en patrias ni poseen la capacidad técnica para llevar las naves a buen puerto.
[3] La idea inicial de este artículo procede de una conversación por WhatsApp con mi buen amigo Fermín, a quien agradezco el papel desencadenante jugado por su sugerencia.
[4] Incluida financiación favorable.
[5] Quizá alguno de ustedes me diga que las normas de comercio internacional a las que se deben los miembros de la OMC nos obligan a mantener las fronteras abiertas a los bienes y servicios de los restantes países firmantes. La situación no es tan sencilla. El problema es que las competencias de España en materia comercial, como miembro de la UE, son CERO. Cierto, cierto. Pero las que resultan de la inspección de mercancías son nuestras, así como los requerimientos técnicos de todo orden exigibles a los productos importados. Y los gobiernos no las utilizan porque no quieren.
[6][6] Recurren para ello a justificaciones desprestigiadas y falsas como el llamado calentamiento global (luego cambio climático) y a la subsiguiente sustitución forzosa de la generación de energía de origen fósil o mineral por sedicentes energías verdes, de las que excluyen, por razones mistéricas, la energía hidroeléctrica.
[7] El caso de la agricultura es sin duda el más grave a largo plazo, porque nos entrega inermes a los enemigos de Europa como un todo.
[8] Es muy difícil empeorar este logro inaudito (es decir, del que nunca habíamos oído algo parecido), pero los EE. UU., siguiendo a su lúcido líder, están dispuestos a intentarlo.
[9] Esta inercia parece haber alcanzado el límite. Hungría, Italia y Polonia lo han dejado claro. Suecia les sigue. En Países Bajos se vive una situación extrema. Francia se debate presa de sus problemas internos. Alemania está encontrando fuertes resistencias internas a las salvajes políticas energéticas arbitradas por los últimos gobiernos.
[10] Incluso podríamos decir determinan.
[11] ¡Ay de los Estados Miembros si dispusiera de ellas!
[12] Los dos primeros poseen armamento nuclear, lo que en sí mismo es un plus disuasorio suficiente.
[13] Sigue basando su fuerza en la artillería y el ataque con carros e infantería, como si estuviera en 1945, avanzando por una llanura centroeuropea desguarnecida, pero con enormes pérdidas de efectivos propios.
[14] Se supone que el Artículo 5º del Tratado permite un contraataque masivo en caso de agresión a uno de los miembros. Nunca ha entrado en vigor.
[15] “Los hechos de Pedro”.
[16] Aviso: las persecuciones finalizan cuando los perseguidos se convierten en orgullosos defensores de su fe y persiguen a su vez a los perseguidores, quienes automáticamente retroceden, tanto por su cobardía intrínseca como por su sorpresa. Son las enseñanzas de la Historia. Parece mentira que no se recalque lo suficiente algo que es tan evidente.
[17] Quo vadis, Domine.
[18] Una famosa referencia, con el título de “Quo vadis”, es la novela de Henryk Sienkiewicz, publicada en Varsovia en 1896.