Durante décadas, los gurús del calentamiento global han intentado – y conseguido, para qué vamos a decir otra cosa – convencer a la mayoría de la población de que el calentamiento global era un hecho. Cuando, forzados por el nulo calentamiento de la atmósfera, lo empezaron a llamar cambio climático[1], el atractivo infernal de la idea primigenia empezó a debilitarse. Y ahora ya ni lo intentan, pues el fenómeno del engaño de masas no da más de sí. Se acabó[2].
Ahora, simplemente instrumentan medidas enloquecidas y sin fundamento alguno, apoyadas en una especie de jaculatorias, de mantras reiterados una y otra vez. Es todo lo que pueden decir sin que pierdan pie argumental, pues nada de lo que afirman o hacen tiene el menor sustento científico. Que si la Agenda 2030, que si la descarbonización, que si la transición energética… Lo dicho: jaculatorias de una nueva religión, ésta caramente empobrecedora de Occidente.
Tenemos tajo, pero lograremos parar a estos miserables antes de que nos destruyan en beneficio de la RP China y de Rusia, de la India y de los restantes países que buscan la hegemonía. Simplemente hay que votar bien. Y si siguen distorsionando los resultados de las elecciones, habrá que ver.
No sólo han caído los mitos teóricos sin sustento alguno en la observación y en la ciencia. No sólo se han revelado erróneos los modelos que anticipaban temperaturas inalcanzadas e inalcanzables. No sólo se han revelado falsas todas las profecías apocalípticas de los heraldos de la mentira. Es que la mayoría de estos individuos (y a veces, hasta instituciones) han pasado a la más absoluta irrelevancia, cuando no a habitar en el reino de la ignominia.
Al Gore y sus escenografías baratas están desaparecidos, and for good. Rajendra Pachauri ha fallecido tras oscurecer su trayectoria con acusaciones de acoso[3]. Anthony Mann se arrastra por los juzgados perdiendo en todas las instancias como si no hubiera otra posibilidad (que no la hay). El Papa Francisco es el asombro de las multitudes en su inaudita desfachatez paganizante. Greta Thunberg se ha hecho mayor[4] y ya no puede balar como antaño esperando despertar solidarios vagidos aquiescentes en parte alguna del planeta. De António Guterres ya no queda nada por decir, tras haber tocado fondo. Y así.
Greenpeace ha perdido sus últimos jirones de verosimilitud a manos de su fundador[5]. El IPCC se debate entre grotescos informes sucesivamente contradictorios. La ONU es una sombra hilarante (extremadamente cara) de lo que quiso ser. La Unión Europea ha perdido toda credibilidad y ha devenido sacamantecas suicida. Las Conferences of the Parties (COP) ya no consiguen ni emitir acuerdos finales tras cada reunión anual. Como el Protocolo de Kioto, el Acuerdo de París se ha revelado inútil y presuntuoso.
El CO2 antropogénico es un gas de efecto invernadero (GEI) que carece de responsabilidad en el calentamiento del planeta experimentado durante el Siglo XX. La medición global de todo el CO2 atmosférico crece y crece, pero la temperatura decrece. Y tiene sentido: del total del CO2, el 97% es natural, no emitido por el hombre en su acción económica, pero entre los GEI, el 95% del total es el vapor de agua, que no podemos modificar[6].
Calculen, por favor. El CO2 es el 3%[7] de los GEI. El CO2 antropogénico es el 3% del total del CO2 existente[8]. Por descontado, España emite menos del 1% del 3% del 3% (es decir, menos del 0,000009 del total) de un gas[9] que no está acompasado con la evolución de las temperaturas de la baja troposfera, que por cierto, bajan. Como conclusión, destrocen ustedes sus vidas para que los decisores[10], las élites desnortadas y los globalistas del mundo (unidos) se rían a mandíbula batiente de nuestra estupidez al aceptar sus imposiciones. ¡Vayan ustedes a escaparrar, queridos calentólogos y sus seguidores ovejunos!
Pobre CO2, el elixir de la vida, tan injustamente acusado, despreciado, denostado. Los malvados de este entramado globalista quieren hacerlo desaparecer de todas partes menos de sus pulmones, siempre que sea en Occidente. El resto del mundo tiene bula. ¡Venga ya! Estamos cansados de tanta desvergüenza. A por ellos.
Oé.
Madrid, 30.9.2022
[1] Una estupidez de tercera; el clima cambia constantemente. Les empezaba a fallar la imaginación. A ellos, los mentirosos por antonomasia.
[2] Los antaño crédulos creyentes ya no creen lo increíble. Ha costado.
[3] “He held the post (de presidente del IPCC) from 2002 until his resignation in February 2015 after facing multiple allegations of sexual harassment”.
[4] Por fortuna para sus mariachis, es menudita y se disfraza con cierto éxito de la adolescente que fue.
[5] https://latribunadelpaisvasco.com/art/10633/patrick-moore-el-cambio-climatico-es-la-mayor-estafa-cientifica-de-la-historia
[6] ¿Se acuerda del calor del verano de 2022, preludio del Armagedón según los adalides del cambio climático? Se debió a una erupción submarina que arrojó a la atmósfera millones de toneladas de vapor de agua. Imaginen. Cuando uno está en una sauna y quiere elevar la temperatura rápidamente, echa agua sobre las brasas y el calor invade la cabaña. No echa el aliento lleno de CO2, echa agua. ¿Lo pillan?
[7] El resto, hasta el 5%, es metano y otros. Si quieren más detalles de éste y otros extremos, pueden leer “Crimen de Estado”, José-Ramón Ferrandis, Unión Editorial, Madrid 2022.
[8] Por supuesto, Occidente emite mucho menos del 50% (por poner una cifra de referencia clásica) del CO2 antropogénico. Y descendiendo en términos absolutos y, claro está, relativos.
[9] Que, por otra parte, se halla en la atmósfera ocupando 415 partes por millón de la misma.
[10] Antes “políticos”.