En el nº 498 de la Revista SEGURITECNIA encontré un artículo que me pareció del mayor interés. Es éste https://www.seguritecnia.es/revistas/seg/498/30/index.html
Generalmente, se habla de la sustitución del dinero físico, papel moneda, efectivo o metálico como un proceso irreversible que va a asociado a la creciente digitalización de las sociedades. Como si fuera algo inevitable. Más aún, como si fuera algo deseable. Y como si quien se opusiera fuera un … reaccionario. Pues sí, reaccionemos ante tanta voluntad de control de las personas y las sociedades. No necesitamos procesos adicionales de agrupación rebañega.
¿Qué argumentan Comisión, Parlamento y hasta algunos organismos de países concretos dentro de la Unión Europea[1] para intentar hacer desaparecer el efectivo[2]? Una sola cosa[3]: que así se combate eficazmente el fraude de bandas y mafias[4] que utilizan billetes de curso legal en sus enjuagues[5]. En realidad, el control de las transacciones, la reducción de grados de libertad y la minimización de la independencia de las personas respecto del Estado son una enorme tentación para los políticos profesionales en ejercicio. De la Unión Europea y de cualquier parte.
Los efectos secundarios negativos de la eventual supresión del efectivo o metálico serían tremendos. Segmentos enteros de la población quedarían al margen de las transacciones por ser ajenas a la utilización de nuevas tecnologías. La gente de mayor edad se quedaría aislada del mercado de un plumazo. Vale que así se aceleraría su proceso de desaparición física, que parece ser el objetivo último de muchas iniciativas globalistas, pero hasta para gentes desalmadas como esas el recurso es demasiado cruel[6]. Y la culminación de ese recorrido tampoco permitiría pensar en haber resuelto el problema, pues los avances tecnológicos, los nuevos hardware y software, así como los usos sociales cada vez más sofisticados y ajustados a las nuevas generaciones destetadas con el sucesor del iPhone crearían nuevas cohortes de candidatos al ostracismo y a la muerte en vida.
Afortunadamente para los ciudadanos de a pie, a veces aparece una bocanada de sensatez en los organismos encargados de gestionar el ámbito monetario de las sociedades. Me refiero al Banco Central Europeo (BCE). Insospechadamente para el que escribe estas líneas, dos declaraciones recientes y casi simultáneas han venido a restaurar la confianza casi del todo desvanecida en relación con nuestro Banco Central.
En una[7] de ellas, el BCE afirma que “El efectivo es un elemento importante de nuestra libertad para elegir el modo en que pagamos y es esencial para la inclusión financiera de todos los grupos en una sociedad”. De manera harto sensata[8] han asegurado que “También tenemos en cuenta las necesidades de los mercados internacionales, dado que entre el 30 % y el 50 % de los billetes en euros circulan fuera de la zona del euro. Incluso si en el futuro se emitiera un euro digital, coexistiría con el efectivo”.
En otra[9], más divulgada por su impacto en algunas líneas de desarrollo de activos imaginativos (Bitcoin, Ethereum, todos esos), el BCE ha denostado estas llamadas monedas digitales. El periodista, claramente partidario de las criptomonedas, intenta desvirtuar los hechos, pero hay tres que no puede ocultar. Uno, que la capitalización de mercado de criptomonedas se fundamenta exclusivamente en la especulación. Dos, que las criptomonedas no constituyen un vehículo de inversión: no generan flujo de caja, no producen dividendos (como los bienes inmuebles) ni dividendos (como las acciones), no pueden utilizarse para producción alguna (como las materias primas) y tampoco proporcionan beneficios sociales (como el oro)[10]. Y tres, que las criptomonedas tienen altos costes energéticos de obtención sin uso social claro.
El BCE ataca a los modelnos, a los progres, a los que suponen que todo lo nuevo es mejor porque es nuevo: “Persiste obstinadamente la creencia de que hay que dar espacio a la innovación a toda costa».
Bien. El poder político en la UE no prevalecerá sobre esto. Ya consiguieron prostituir durante 10 años la ortodoxia en materia de oferta monetaria, que aumentaron sin más motivo que evitar una recesión cantada y beneficiar así a los políticos en el poder. Eso nos ha traído la inflación que nos arrasa. Pero ya basta.
Hay razones técnicas adicionales, ya apuntadas más arriba. Las granjas de minado[11] de criptomonedas son derrochadoras de energía[12]. Los mineros usan la potencia para formalizar y dar valor a una transacción. Utilizan la tecnología blockchain, una especie de base de datos gigantesca, en la que los archivos están fragmentados en elementos distintos en equipos diferentes. Para que se pueda unir este archivo, o valor, o criptomoneda, todos los mineros que poseen fragmentos de ese valor deben validar la operación, o la operación no se efectuará. La cantidad de energía necesaria para realizar esa compleja reconstrucción supone un despilfarro inaudito. Un lujo que no nos podemos permitir.
Además, los Estados han llegado a la conclusión de que van a producir ellos mismos sus criptomonedas[13] de uso legal. Y bien mirado, puestos a elegir entre miles de actuaciones individuales necesariamente coordinadas y en manos finalmente de cualquier empresa sin control[14] y un Estado que es identificable y perseguible en caso de fraude[15] o estafa, me quedo con éste. Más vale malo conocido….
Así pues, parece que el futuro verá una simultaneización de medios de pago digitales oficiales y del tradicional papel moneda. Cada cual, sea persona física o jurídica, utilice el que mejor le cuadre. Pero lo que no se puede consentir desde el poder es, por aproximarse al poder absoluto, incurrir en el caos. En casos de emergencia o corte de redes de internet[16], eléctricas[17] o de otra índole[18], se produciría, si no existiese el recurso al papel moneda, la completa desarticulación de las economías que los sufrieran. Sería un riesgo sistémico que ríase usted de las pandemias exportadas por la República Popular China. Sería un riesgo insoportable.
El BCE y los ciudadanos no lo permitirán. Virgencita, nos quedamos como estamos.
[1] Aunque no necesariamente de la Eurozona, como es el caso de Suecia.
[2] https://www.criptonoticias.com/regulacion/union-europea-busca-restringir-uso-dinero-efectivo-3-anos/
[3] Durante el ruido del COVID afirmaban también que eran un vehículo inmejorable para la transmisión de virus, un fómite perfecto. Ya callaron, tanto porque el COVID sólo ruge en la RP China, de donde salió el virus, como porque no era cierto.
[4] Sin duda se refiere a las que operan fuera de la política; el caso de la vicepresidenta socialista del Parlamento Europeo, Eva Kaili, es una excepción.
[5] Se sabe que sólo alcanzan un máximo del 3% del total. Otra vez el tres per cent.
[6] Y no se crea que tras el pase a mejor vida del conjunto de analfabetos digitales.
[7] https://www.ecb.europa.eu/euro/cash_strategy/html/index.es.html
[8] Que tanto les aleja de las divagaciones futuristas restrictivas que habitan en el sin tacha Parlamento Europeo o, peor aún, en el seno de la Comisión Europea.
[9] https://hipertextual.com/2022/11/bitcoin-se-volvera-irrelevante-asegura-el-banco-central-europeo
[10] En otras palabras, que no son bienes inmuebles, ni valores, ni inputs primarios, ni oro.
[11] El proceso es llamado minado debido a sus paralelismos con la extracción de oro. En ambos casos se invierten grandes inversiones de trabajo y energía para producir un activo, que en el caso del oro es físico y reconocido fácilmente, acumulable, intercambiable y universal.
[12] Cuantificable en términos de gigavatios.
[13] Dólar, Euro, Yuan, Yen o Libra Esterlina digitales.
[14] Control. Ese es el problema que los Estados quieren atajar. El motivo es “proteger la estabilidad financiera, acabar con la especulación, prevenir el lavado de dinero y prevenir delitos».
[15] Sí, sé que es mucho suponer, pero teóricamente es así.
[16] Se han producido incidentes en el cableado submarino de Internet en la zona de las Islas Shetland.
[17] Cortes en los suministros de energía, por una u otra razón, serían críticos. Un Evento Carrington, decisivo.
[18] Los escenarios geopolíticos cambiantes y cada vez más hostiles aconsejan duplicaciones de equipos y sistemas a la manera militar.