Queridos amigos:
El 18 de octubre de 1035 falleció Sancho Garcés III[2], el Mayor o el Grande[3], rey de Pamplona entre 1004 y 1035. Nació en algún momento entre 990 y 996, muy probablemente en la primera de las fechas. Sus padres fueron García Sánchez II el Temblón[4] y Jimena Fernández, dama de la alta nobleza leonesa, hija del conde de Cea.
Su reinado es considerado la etapa de mayor hegemonía del reino de Pamplona sobre el ámbito hispano-cristiano en toda su historia, sin que ello supusiera la materialización formal de esa influencia. Y todo ello se produjo por circunstancias fortuitas, que Sancho aprovechó hábilmente.
Pero empecemos por el principio. Como primogénito de García Sánchez II y su esposa Jimena Fernández, Sancho aparece en textos expedidos por su padre desde los años 996-997. Pasó su infancia coincidiendo con las últimas campañas de Almanzor, al que su padre se enfrentó continuamente, aliado al conde de Castilla, Sancho García. Su padre murió en torno a 999 en circunstancias desconocidas, así que Sancho Garcés III se convirtió en titular del reino. Sancho poseía vínculos familiares con los gobernantes de todos los territorios anexos a su reino. Era biznieto de Fernán González y nieto de la infanta castellana Urraca Fernández. Como marido de Muniadonna, hija del conde de Castilla y cuñado de Alfonso V, rey de León, tenía vínculos legales con ambos territorios.
De acuerdo con la tradición sucesoria pamplonesa, Sancho empezó a ejercer la potestas regia al cumplir la mayoría de edad de catorce años. El reino lo formaban por entonces tres regiones diferenciadas: los territorios del antiguo reino nuclear en torno a Pamplona, ampliados hacia Guipúzcoa; el condado de Aragón y el reino de Nájera, parte occidental de la actual La Rioja. La extensión apenas había cambiado desde la muerte de Sancho Garcés I en 925.
Sus principales influencias en los primeros tiempos de su reinado fueron su madre Jimena, leonesa, y su abuela paterna Urraca Fernández, hija del conde castellano Fernán González[5]. Entre la muerte de García II y el año 1004, sus tíos segundos, los hermanos Sancho y García Ramírez de Viguera, hijos de Ramiro Garcés de Viguera, establecieron tutela sobre él.
En 1004 tomó personalmente las riendas del reino, pero todavía bajo la observación y consejo de su madre Jimena y su abuela Urraca, que junto con los prelados de Pamplona y Nájera dirigieron su gestión como Consejo de Regencia hasta su plena madurez, en 1010. En ese período, las armas pamplonesas se siguieron enfrentando a Almanzor[6]. En 1001, los sarracenos no pasaron de la actual San Adrián, cerca de la desembocadura del Ega en el Ebro. Al volver a Córdoba por Soria, el ejército de Almanzor fue derrotado en Calatañazor, con el añadido de la muerte del chambelán en Medinaceli el 10 de agosto de 1002. Tras la muerte de Almanzor, el Estado califal se sumió en una profunda crisis interna que concluiría en 1031 con su desaparición y la llegada de los reinos de Taifas.
Así pues, su reinado coincidió con la crisis del califato de Córdoba. Durante la minoría de edad del rey, Pamplona sólo fue objeto de una de las campañas de los hijos de Almanzor, que Abd al-Málik al-Muzáffar emprendió contra los condados de Sobrarbe y de Ribagorza en el 1006, donde dejó guarniciones. Durante el corto periodo en que el califato estuvo controlado por Abderramán Sanchuelo, primo carnal de Sancho, el reino navarro no fue atacado. La implosión del califato y la guerra civil en al-Ándalus eliminaron la amenaza africana y permitieron el afianzamiento de la regencia pamplonesa, que floreció durante décadas sin peligro procedente del sur.
Sancho tenía su residencia en Nájera, que desplazó a Pamplona como corte y capital del reino. Extendió sus relaciones con el ducado de Gascuña, lo que le puso en contacto directo con las nuevas corrientes políticas, religiosas e intelectuales de Europa. Tan pronto como en 1010, realizó la primera visita de un monarca peninsular allende los Pirineos desde la invasión musulmana del 711. Viajó a Saint-Jean d’Angely (Saintonge) con motivo del descubrimiento de la cabeza de San Juan Bautista. Allí coincidió con Roberto II de Francia, el duque Guillermo el Grande de Aquitania y varios señores francos[7]. A la muerte de Sancho Guillermo, conde de Gascuña, el 4 de octubre de 1032, Sancho trató de extender su autoridad sobre la antigua Vasconia ultrapirenaica comprendida entre el Pirineo y el Garona. No lo consiguió, al heredar el ducado Eudes.
Su unión conyugal (1010) con Muniadonna (Mayor) Sánchez de Castilla, hija primogénita del conde Sancho García, reforzó la alianza entre el reino de Pamplona y el condado de Castilla, que databa de un siglo, y posibilitó al monarca la intervención en tierras ribagorzanas, compromiso político familiar[8]que primero enfrentó.
Efectivamente, las dificultades internas que atravesaban los condados de Sobrarbe y Ribagorza permitieron a Sancho imponer sus intereses como descendiente de Dadildis de Pallars y además, marido de Muniadonna, que era nieta de Ava de Ribagorza. Tras la muerte del conde Guillermo en el año 1010, sus dominios pasaron a doña Mayor, hija de Ava y viuda del conde castellano Garci Fernández. La heredera había sido repudiada tras su nuevo matrimonio con el conde Ramón III de Pallars, quien aprovechó para hacerse con el condado, provocando la huida de doña Mayor. Ahí intervino Sancho a favor de su pariente. Las tierras de Sobrarbe y su sede episcopal de Roda de Isábena, aun arrasadas por los musulmanes, fueron incorporadas al reino de Pamplona hacia 1015. A la muerte de Guillermo Isárnez de Ribagorza, entre finales de 1017 y comienzos de 1018, Sancho se hizo con el control del territorio ribagorzano correspondiente a Guillermo Isárnez. La condesa Mayor, rival de Sancho al trono del condado, se vio superada por las maniobras militares de Sancho, quien se hizo con la mayor parte del condado en el 1018 y casi todo el resto[9] lo asumió en 1025, año en el que doña Mayor renunció a sus derechos en favor de Muniadonna y se retiró a Castilla[10], donde murió siendo abadesa del convento de San Miguel de Pedroso. Sancho recuperó asimismo algunas de las tierras que los musulmanes habían conquistado durante la campaña del 1006 en el valle del río Ésera[11]. Desde Ribagorza, Sancho estableció relaciones de amistad y parentesco con el conde de Barcelona, Berenguer Ramón I.
El año 1017 murió el suegro de Sancho, Sancho García, conde de Castilla, que dejaba como sucesor a García Sánchez, un niño de siete años de edad. Bien por petición de su esposa, bien con el objetivo de influir en Castilla, bien para salvaguardar los intereses y dominios de su pequeño cuñado (que eran el patrimonio legado por su común bisabuelo el conde Fernán González), Sancho se implicó de lleno en los asuntos castellanos. Pero Castilla pertenecía al ámbito soberano de León, cuyo monarca, Alfonso V, quería restablecer su autoridad directa sobre Castilla.
Sancho se mantuvo inicialmente al margen. Las relaciones con León se estrecharon gracias a la boda de una hermana de Sancho, Urraca Garcés, con el viudo Alfonso V[12], que se celebró en el 1023, lo que auguraba un buen futuro. Y el futuro llegó en 1028 cuando Alfonso V murió en Viseu (Portugal), dejando como sucesor a Bermudo III, de sólo once años de edad.
Dada la extrema juventud de Bermudo, Sancho trató de solventar la cuestión de los confines de los ríos Cea y Pisuerga[13], para lo cual promovió el matrimonio entre el conde García Sánchez de Castilla y Sancha, la hermana del rey de León, Bermudo III. Pero cuando el 13 de mayo de 1029 se iban a celebrar los esponsales, el conde castellano fue asesinado[14].
La sucesión de Castilla recaía así en Muniadonna, esposa de Sancho III, quien por su derecho o responsabilidad conyugal se hizo cargo de las funciones condales, implicando en ellas a su hijo Fernando[15]. Y así fue como Sancho intervino en León como tutor, aprovechando la debilidad del gobierno de Bermudo III y las disensiones entre los nobles. El asesinato del conde le permitió apoderarse de hecho de todo el territorio, alegando para ello los derechos de su esposa. Rigió el condado hasta el 1035, año en que falleció.
Demostrando prudencia y respeto por la tradición legal, no asumió el título de conde, ni pretendió incorporar Castilla al reino de Pamplona. Con el beneplácito de la nobleza castellana, asignó el condado a su segundo hijo, Fernando.
Con su presencia en León, el monarca pamplonés trataba de sostener al joven soberano frente a la nobleza. Utilizando las antiguas reclamaciones castellanas al dominio de la Tierra de Campos, se apoderó de los condados de Saldaña, Carrión y Monzón en la segunda mitad del 1029. Ese mismo año aparece en la documentación conservada como señor del territorio y desde el año 1030 consta rigiendo las tierras del condado de Cea[16].
El paso del condado de Castilla del reino leonés al pamplonés originó el enfrentamiento entre los dos reinos. Venció Sancho, que ocupó León, Zamora y Astorga (1034). Con la incorporación de Castilla a sus dominios, consolidó su influencia sobre Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, así como la ampliación de la frontera pamplonesa por el oeste.
Lejos de mostrarse indiferente al islam, Sancho fue un temible enemigo de la taifa de Zaragoza. Fortificó contra ella una línea de castillos fronterizos que iban desde el valle de Funes hasta los confines de Sobrarbe[17]. Cuando murió el primer emir tuyibí, Múndir I, en el 1022, Sancho aprovechó para apoderarse de algunos territorios fronterizos, de poca extensión, en la zona de Sobrarbe y Ribagorza. En el año 1016, Sancho y el conde Sancho García de Castilla delimitaron sus fronteras meridionales en Garray[18].
La enemistad de los dos Estados continuó durante el reinado del siguiente emir, Yahya al-Muzáffar. Sancho no conquistó grandes territorios a los musulmanes, pero unificó los esfuerzos militares de los condados que, ya con su hijo Ramiro, constituyeron el reino de Aragón. En 1024 Sancho y Berenguer Ramón I atacaron a Yaḥya. En 1027 Sancho, esta vez ayudado por el conde Guillermo Sánchez de Gascuña, atacó Lérida y luego Denia.
Cuando Sancho subió al trono, el camino de Santiago discurría aproximadamente por el mismo trazado que la Vía Aquitana, la calzada romana que unía Burdeos con Astorga. Sancho cambió el itinerario para hacerlo pasar por donde lo hace ahora, desde Puente la Reina hasta Burgos. Es un trazado más corto y llevadero, evitando pasos difíciles como el desfiladero de Pancorbo. Así, por un lado, fomentaba el comercio a través de la ruta jacobea y por otro, facilitaba el desplazamiento de sus ejércitos a través de sus territorios.
Sancho mantuvo una estrecha relación con San Odilón de Cluny. Fruto de ese contacto fue la temprana introducción de la reforma cluniacense en algunos monasterios como San Juan de la Peña (Huesca), que se refundó hacia 1025, bajo la dirección del abad Paterno. Impulsó la reagrupación de pequeños monasterios en los dominios de los cenobios más relevantes, como San Salvador de Leire, San Martín de Albelda, San Millán de la Cogolla y el antes mencionado San Juan de la Peña. Efectuó la restauración de las posesiones de la Catedral de Pamplona. Sus contactos con el abad Oliba potenciaron la entrada de clérigos catalanes y con ellos, de la regla benedictina. Asimismo, fue el primer rey navarro en establecer relaciones con el Papado, poniendo fin a tres siglos de aislamiento eclesiástico de la península.
Sancho III falleció repentinamente el 18 de octubre de 1035[19]. Su lugar de enterramiento es objeto de controversia, pues tanto el monasterio de San Salvador de Oña como el panteón de los reyes de San Isidoro (León) presentan tumbas que corresponderían a este monarca. La mayoría de los historiadores consideran que Sancho está enterrado en Oña[20]. Fue su hijo Fernando quien se ocupó de trasladar el cadáver a Oña y de presidir sus exequias.
Veamos ahora el asunto de la herencia de Sancho, motivo de polémica entre historiadores. Del matrimonio entre Sancho y Muniadonna de Castilla nacieron cuatro varones: García, Fernando, Gonzalo y Bernardo[21], éste fallecido en su niñez. Previamente, como sabemos, Sancho tuvo un hijo natural, Ramiro.
Antes de morir, Sancho hizo testamento según el derecho sucesorio navarro; por su virtud, el reino patrimonial de Pamplona fue heredado por su primogénito, García, que gobernaría directamente en “el reino de Pamplona, con su acrecentamiento de La Rioja (…) y el condado de Aragón”[22]. Repartió el condado de Castilla[23] entre sus dos primeros hijos varones legítimos: a García le correspondió Álava y gran parte del condado de Castilla[24]; Fernando[25], designado conde de Castilla en 1029, recibió del condado de Castilla sólo la zona burgalesa hasta el Duero[26]. Dependientes del rey de Pamplona fueron Ramiro[27], que recibió tierras en Aragón y Navarra, y Gonzalo, que las recibiría en Sobrarbe, Ribagorza y otros puntos distantes de Aragón.
Si el lector desea simplificar el complejo testamento de Sancho III, podemos resumirlo así: A García le correspondió Navarra, a Fernando, Castilla, a Ramiro, Aragón y a Gonzalo, Sobrarbe y Ribagorza. Así se entiende que, durante muchos siglos, se dijera que todos los reyes peninsulares descendían de un tronco común, el pamplonés. Y por eso se afirma que los dominios de Sancho se extendían desde el condado de Aragón hasta el reino asturleonés, constituyendo la mayor unidad territorial de los reinos cristianos peninsulares tras la inicial dominación musulmana. Con él, el reino cristiano de Nájera-Pamplona alcanzó su mayor extensión territorial, abarcando casi todo el tercio norte peninsular, desde Astorga hasta Ribagorza. Y es que Sancho III de Pamplona logró la unificación de los principados cristianos de la península Ibérica, bien por la red de relaciones de vasallaje, bien de parentesco, bien por su potestas, que le hizo rey de facto[28] de la España cristiana. De ahí su importancia.
La frase de hoy es del estudioso José María Lacarra quien, al referirse a la tradición jurídica pirenaica, establecida en el Siglo X por la dinastía de Sancho Garcés, se basaba precisamente en la no desintegración del Reino, es decir, en transmitir al sucesor todos los territorios. “Aun cuando el primogénito era el único que heredaba los bienes patrimoniales, es decir, el Reino, con los acrecentamientos que éste hubiese obtenido, el deseo de dotar a los demás hijos había introducido la costumbre de constituirles un patrimonio con bienes territoriales que podían trasmitir a sus herederos, aunque sin desvincularlos del Reino, ya que éstos estaban sometidos a la fidelidad debida al Soberano, y los bienes eran tenidos sub manu del primogénito”.
Cordiales saludos
Sancho III. Óleo de Felipe Ariosto de la serie de los Reyes de Aragón para el Palacio del Buen Retiro (1634)
[1] Esta carta ha sido mejorada y perfeccionada por el excelente trabajo de mi amigo Ricardo de Rada, quien ha revisado varios textos capitales para ello (Resumen de la Historia de Navarra, Lino Munárriz, Pamplona 1912/ Historia de Navarra, Jaime del Burgo, edición Tebas, Madrid 1978, que incluye El Destino de Navarra, Claudio Sánchez Albornoz/ Annales del Reyno de Navarra. P. Moret, edición Pascual Ibáñez, Pamplona 1766).
[2] En adelante, Sancho sin más, para no hacer en exceso compleja la lectura.
[3] No parece exagerado calificarlo como “el Grande” por su significativo papel e importancia en el proceso de configuración medieval de los reinos hispano-cristianos. La historiografía posterior le adjudicó el calificativo de “Mayor” para distinguirlo de sus nietos, los tres Sanchos, soberanos de Pamplona, Aragón y Castilla.
[4] El apodo de El Temblón o El Trémulo, según la leyenda, obedece a que antes de entrar en combate, García Sánchez II experimentaba temblores que estremecían todo su cuerpo, seguramente por los nervios y la tensión. Sin duda, era un valiente, pues superados los temblores, entraba en la batalla.
[5] La influencia de su madre leonesa y de su abuela castellana dejaron su impronta en el futuro monarca, que actuó en estos territorios, amparándose en sus lazos familiares con ellos.
[6] Los días 29 y 30 de julio de 1000, en Peña Cervera, fueron derrotadas por los musulmanes, que avanzaron hasta las proximidades de Pamplona y se limitaron a incendiar la iglesia de Santa Cruz.
[7] El apoyo de Sancho III al conde de Gascuña en su lucha contra el Condado de Toulouse proporcionó al rey de Pamplona el vizcondado de Labourd.
[8] Antes de su boda con Muniadonna, Sancho había tenido un hijo natural, Ramiro, engendrado de su unión extramatrimonial con Sancha de Aybar, mujer noble. El vástago fue aceptado en la familia y se le otorgó un título real, el de regulus. Andando el tiempo, llegó a ser Ramiro I de Aragón (c. 1006/1007-8 de mayo de 1063), que casó sucesivamente con Hermesenda Roger de Bigorra (m. 1049) y con Inés de Aquitania.
[9] Sancho se hizo cargo de los valles alto-ribagorzanos de Sos y Benasque en 1025. El conde Ramón Sunyer conservó la orilla oriental del río Noguera Ribagorzana y algunas tierras en la occidental, que sumó al Condado de Pallars Jussá.
[10] No sin antes residir en Benasque hasta 1025.
[11] Con la incorporación del condado de Ribagorza, la Monarquía pamplonesa se extendió a través de las cabeceras de los ríos Cinca, Ésera, Isábena y Noguera Ribagorzana. Ello alargó su frontera con el islam a través de las plazas fortificadas de Buil, Castejón de Sobrarbe, Perarrúa, Fantova y Güel.
[12] Aunque la nueva doctrina canónica prohibía los matrimonios ente personas con algún antepasado común en siete generaciones, Sancho se las arregló para soslayar la prohibición y celebrar el matrimonio.
[13] Alfonso V había aprovechado el fallecimiento de Sancho García para intentar restablecer su autoridad directa en la turbulenta zona del Cea y el Pisuerga, donde los condes castellanos aspiraban a extender sus confines occidentales a esa región entre ríos. Item más, Sancho fundó la diócesis de Palencia precisamente para controlar los territorios del Cea y del Pisuerga. Bernardo, monje de Ripoll, fue el primer obispo de Palencia.
[14] Fueron miembros exiliados de un linaje alavés, los Vela, cuyas diferencias se remontaban a Fernán González. Sancho el Mayor ejecutó de inmediato a los asesinos.
[15] Fernando Sánchez, (c. 1016–1065), conde de Castilla (1029–1037) y Fernando I, el Grande, rey de León (1037–1065.
[16]El territorio de Cea entraba dentro de su influencia, pues la madre de Sancho el Mayor era hermana del conde de Cea, Pedro Fernández, muerto alrededor del año 1028.
[17] Esa línea defensiva permitió el crecimiento demográfico y concentrar recursos para futuras conquistas.
[18] En las inmediaciones de la antigua ciudad de Numancia.
[19] Su primogénito, García, se hallaba viajando a Roma para cumplir un voto que había hecho.
[20] Parece lógico pensar que la reina Muniadonna quisiera depositar los restos de su esposo en el panteón familiar. Su padre, el conde Sancho García, fundó dicho monasterio, donde estaban ya los restos del infante García.
[21] Cuatro varones y dos mujeres: García Sánchez III, rey de Pamplona (circa 1012-1054)/Fernando Sánchez el Grande (c. 1016-1065), conde de Castilla (1029-1037) y rey de León (1037-1065), casado con Sancha de León, hermana del rey Bermudo III/Jimena Sánchez (1018-1063), luego casada con el rey Bermudo III/ Gonzalo Sánchez (c. 1020-1045), régulo de Sobrarbe y Ribagorza/Mayor Sánchez, esposa de Ponce III de Tolosa.
[22] El primogénito legítimo García recibió sin duda el Reino en su integridad. Sin embargo, bajo su soberanía fueron asignadas a Ramiro, con carácter perpetuo, las utilidades de los distritos u honores del antiguo condado de Aragón. Igual pasó cono Gonzalo, referido a los distritos aragoneses de Samitier y Loarre y a los condados de Sobrarbe y Ribagorza.
[23] Herencia de Muniadonna, vinculada al reino de León.
[24] La Bureba, los montes de Oca, Trasmiera, las Encartaciones y Castilla Vieja (Castella Vetula). Era la herencia condal castellana de la reina.
[25] Que sería conocido como Fernando I el Magno.
[26] Fernando no se tituló rey hasta que, tras la victoria de Tamarón (1037), recibió la corona de León como sucesor legítimo de su cuñado Bermudo III.
[27] Como se puede apreciar, Sancho instituyó en favor de su hijo ilegítimo Ramiro unas rentas provenientes sobre todo del primitivo condado de Aragón, para que las disfrutara bajo la soberanía eminente de García.
[28] En una carta del abad Oliva se le designaba Rex Ibericus. El cronista galo Rodolfus Glaber lo definía como Sancio rege Navarriae Hispaniarum. Cuando se trasladó el cuerpo de San Millán, en 1030, en el acta se dice de Sancho “«reinando en Nájera, en Castilla y en León el rey de las Españas”.